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No fue hombre de grandes adhesiones. El trabajo, la familia, la pesca, sus marlboro. Y el Valencia. El abuelo Vicente nació apenas dos décadas después de que el fútbol germinara en Mestalla y se lo llevó por delante la asfixia de julio un año antes de que el club de sus amores contara cien. Si en cualquier momento le hubieran preguntado por la edad, no habría consultado un calendario. Su unidad de medida eran los títulos. Respondería que la primera Liga le pilló en el paritorio, la cuarta en el altar, con la quinta Copa fue padre, la sexta le trajo un nieto y de la mano del doblete vino el tercero. Jamás discutió por el fútbol, el abuelo Vicente sabía elegir sus batallas, pero lo vivía con devoción. Llevaba años sin pisar su estadio. La vida, el bolsillo, pero sobre todo la agonía del Valencia, le fueron alejando del templo al que tantos domingos de juventud acudía con fervor religioso. Quienes ven en el balón un sentimiento pagan para emocionarse, y cuando la rutina sepulta las pasiones y los achaques no acompañan, mejor refugiarse en el Estudio Estadio. Es más barato y no coges frío. Murió por falta de oxígeno, demasiada nicotina en el camino, pero diría uno sin base científica que la decadencia de su equipo tampoco le ayudaba a respirar. Nadie sabe qué nos aguarda más allá del abismo, pero sea lo que sea no debe de quedar muy lejos de aquí, porque el sábado poco antes de la medianoche se oían nítidas las carcajadas del abuelo Vicente, gloriosa psicofonía, sus hondas risotadas celebrando lo que tanto se le resistió en vida. Un día después regresó a Mestalla, estoy convencido de ello, junto a muchos otros como él que vieron apagarse sus llamas aguardando este momento, presencias invisibles en la grada durante los festejos, sutiles como un cameo de Hitchcock. Los menores de once años jamás habían visto ganar al Valencia y muchos de los que lo hicieron ya no están para contarlo. Éxitos como el que paladeamos ejercen de bisagra entre generaciones. Busca en tu equipaje. Todos conocemos algún abuelo Vicente. Esta euforia va por ellos.
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