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En 2020, cuando más encerrados estábamos en casa por la pandemia, solo un fotógrafo consiguió licencia para poder entrar en la Lonja, vetada al público ... a cal y canto. Durante semanas, con cámaras ubicadas al final de largas pértigas de su invención, un profesional, Carlos Martínez, hizo un prodigio: fotografiar en alta resolución todos los detalles de la vieja Sala Daurada de la Casa de la Ciudad, salvada de un abandono a la valenciana y situada al fin en el techo del Consulado del Mar.
Se han cumplido 25 años de la declaración de la Lonja como Patrimonio de la Humanidad y el Ayuntamiento ha tenido al cierto de cristalizar en un estupendo libro aquellas imágenes tomadas en los días de pandemia. Que nos llegan ahora acompañadas de las palabras académicas de un profesor, Arturo Zaragoza, que es en estos momentos el que mejor conoce y divulga los secretos de nuestro monumento.
En medio de la saludable avalancha turística del «verano de la liberación», la buena noticia -el 25º aniversario de nuestra Lonja no ha quedado solo en palabras volanderas- llega acompañada del triunfo de otro académico, Joaquín Bérchez, que ha puesto su pica cultural nada menos que en Vicenza, y frente a frente con Andrea Palladio. Bérchez, profesor de Historia del Arte pero a la vez gran fotógrafo, fue en su día el encargado de recobrar -para Valencia y España, también para México- la obra de un arquitecto enguerino, Manuel Tolsá, autor del palacio de la Minería y de la elegante estatua de Carlos IV que en la Nueva España llaman 'El Caballito'.
Las fotos de aquellos arcos perfectos, las imágenes del recio orden neoclásico que Tolsá levantó para la España del otro lado del mar, ya fueron conocidas por los valencianos en el Muvim. Pero ahora han sido requeridas, en la Italia de la arquitectura más venerable, para un verano cultural donde han sido puestas en confrontación con un homenaje itinerante al maestro de la arquitectura del renacimiento, Palladio, creador de lo más hermoso que hoy muestra al viajero la ciudad del Véneto.
El arte de viajar, en estos tiempos de 'trolley', mascarilla y palo de 'selfie', es bastante distinto a lo que conocimos hace apenas treinta años, pero sigue teniendo referentes que son una desgracia esquivar. Pese a la masificación, la Lonja, el Tolsá mejicano o la Vicenza de la burguesía palaciega, son hitos que si se esquivan hacen del viaje apenas un movimiento de bultos. Por fortuna tenemos personas, como Bérchez o Zaragoza, que siguen sembrando en medio de la banalidad. Y que hablan de Vitrubio o de Pere Comte, de Tolsá o de Palladio, como si acabaran de tomar café con ellos ayer por la tarde.
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