A mi Salvador Navarro me da un poco de pena. Se lo digo como lo siento. Lo veo tan emparedado entre la AVE y el Consell que me da pena, una sensación que no me inspiraba un dirigente empresarial desde los tiempos de Jiménez de ... la Iglesia y Pedro Agramunt. Porque aunque no es rehén de nadie, como sí lo fueron sus mencionados predecesores. Agramunt, de sus circunstancias personales; el copropietario de Cleop, del secretario de la CEV Luis Espinosa. Ha reducido la dependencia de la CEV de las ayudas oficiales al 35%. Navarro ha logrado que su autoridad sea reconocida por sus congéneres de Castellón y de Alicante, así como que se acepte una denominación, CEV, que no incluye el topónimo, como las del PSPV, PCPV, EUPV o PPCV, sino el gentilicio. Un adjetivo proscrito hasta ahora de cualquier marca o sigla con el fin de no molestar a los cantonalistas: la uve de Confederación Empresarial Valenciana. Sin embargo yo he continuado compadeciéndome de él porque es tan evidente quién manda aquí, así en lo político como en lo patronal, que todos los demás representantes, aunque lleven galones empresariales, como Navarro y JV Morata, parecen comparsas cuando no mandados.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad