En el turno de contar anécdotas que suele abrirse al concluir un recital de poesía, con añoranza contaba Julián Quirós que hubo un tiempo en que a los columnistas los leía la ciudad entera. Que cualquiera de ellos, y no eran más de diez, podía entrar a mediodía en el restaurante que quisiera con la certeza de que todos los comensales habían leído su artículo. Por comparación con la actualidad, en que son habituales las firmas sin lectores, a los presentes se nos escapó un suspiro entre el asentimiento y el conduelo. Y es verdad, ¿quién no recuerda cómo, desde las páginas de este periódico, removían el patio y las entrañas de Valencia aquellas columnas de María Consuelo Reyna, verticales como Tizonas? Pues no había conseller preautonómico, exportador de naranjas o flores, activista de la franja azul, catedrático, presidente de falla, ama de casa o Flor Natural de Lo Rat Penat que saliera sin administrarse lo que fuera que opinase María Consuelo ese día. Aquello sí era el cuarto poder, si no la propia precuela del poder.
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Y pasó la estación de los periodistas con hambre, lecturas, tertulias, güisqui y tabaco para escribir con segundas. Una estación en que importó el porqué de la actualidad; en que la ironía, la discrepancia y la argumentación fueron mayores de edad; en que trabajar en un diario costaba la salud. De aquella época de batalla naval entre Las Provincias y el Levante me quedó la amistad y la devoción por Josep Torrent, El Chino, un maestro republicano. Racional sin caer en la crueldad, ilustrado sin perder la socarronería, rojo sin una pizca de dogmatismo, valenciano por sangre y neurona, hermano que no engañaba. Fue él quien nos bautizó a los jóvenes capitanes del PP como «el clan del Agujero» y quien me regaló la plancha de aluminio de la portada de la Liga del Valencia del 2004. Militábamos en campos distintos, pero no separados; entonces las diferencias enriquecían la conversación en lugar de imposibilitarla. Pep escribía claro, inteligente y con fundamento. Se nos murió a la vez que la tolerancia, el mismo año y quizá por eso.
La editorial Papers de Premsa acaba de publicar 'El periodisme compromés', una recopilación de sus infinitas columnas, subjetiva como toda antología, memorable como el personaje del que proceden. No se la pierdan. Yo la he leído este verano y he llorado por la patria valenciana que pudo haber sido. Se me dirá que idealizo el pasado, pero no es cierto porque en los textos de Pep Torrent el pasado se ofrece tal cual fue: bienintencionado, oportuno, compartido. Ojalá revivir, ojalá rectificar.
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