Una actitud inadmisible
El deber de cualquier gobernante es servir al interés general sin dejarse amilanar
IGNACIO GIL LÁZARO
Domingo, 12 de noviembre 2017, 09:35
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IGNACIO GIL LÁZARO
Domingo, 12 de noviembre 2017, 09:35
Convendría que el Gobierno no olvide nunca que ahora, tras la aplicación del artículo 155, le corresponde a él garantizar el orden y la libertad en Cataluña. La pauta clave para recuperar la normalidad es cumplir y hacer cumplir la ley sin la menor excepción. Por desgracia el curso de la huelga que los independentistas convocaron el pasado miércoles obliga a tal recordatorio a la vista de los hechos acaecidos y aun más tras las declaraciones del ministro del Interior con las que pretendió excusar una más que evidente pasividad policial argumentando que «no era un día para caer en provocaciones». Insólito. Seguramente esas palabras habrán sido acogidas con estupor como mínimo por parte de los miles y miles de catalanes que se vieron atrapados en la A-7 o en las terminales del AVE de Sants y Girona a causa del matonismo habitual de unos pocos, ante los cuales la fuerza pública no actuó de verdad en ningún momento. Que el ministro aduzca haber realizado «más de cien identificaciones» y que a los alborotadores «no les va a salir gratis» suena bastante melifluo a tenor de las múltiples consecuencias negativas que el colapso circulatorio provocado por los piquetes género a lo largo de una jornada caótica. Lo peor es que la absurda inacción decretada desde Madrid no solo traslada otra vez una imagen de titubeo y debilidad gubernamental sino que además estuvo a punto de derivar en situaciones peligrosas de enfrentamiento físico auspiciadas de manera espontánea por personas atrapadas hartas de soportar la retención ilegal que estaban sufriendo en carreteras y estaciones. Imágenes transmitidas por teléfonos móviles así lo atestiguan. «Si vosotros no hacéis nada dejadnos a nosotros» repiten en muchas de ellas ciudadanos indignados ante el estático mosso de turno que se llama a andana. Resulta por tanto preocupante que el ministro del Interior considere mejor «no caer en provocaciones» y consentir de este modo que unos cuantos energúmenos continúen secuestrando la tranquilidad de la vida cotidiana. ¿Hasta cuánd? ¿Tanto miedo se tiene a la foto de una carga? Una actitud inadmisible. El deber de cualquier gobernante es servir al interés general sin dejarse amilanar por nada ni por nadie. Después de lo sucedido es lógico que una gran parte de la sociedad catalana se sienta defraudada al ver que las cosas no cambian. Si además TV3 sigue haciendo de las suyas, por ejemplo grabando y emitiendo un «mensaje institucional del president de la Generalitat» al día siguiente de haber sido cesado Puigdemont por el Senado y el Gobierno de España y no pasa nada, entonces la autoridad pierde credibilidad y confianza. Aquí Rajoy se la juega. Sobran pues medias tintas. No cabe defraudar a la gente al permitir que los de siempre campen impunemente a sus anchas y luego pedirle a la mayoría silenciada que se movilice a fondo el 21 de diciembre. Un contrasentido inmenso. Eso al final se paga en las urnas.
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