Mucho antes de que nos dieran la barrila con los coches eléctricos florecieron los aleccionamientos sobre el futuro esplendoroso de los biocombustibles. ¿Se acuerdan? Los derivados del petróleo se iban a acabar, y no sólo por contaminantes, sino porque se agotaban las reservas, y por lo de la dependencia. ¿Recuerdan? Lo de seguir haciendo multimillonarios a los jeques y demás tocaba a su fin. Por ideología, economía, ecología y sentido común.
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En los campos de todo el mundo crecerían cultivos ricos en hidrocarburos y las refinerías pasarían a suministrarnos biocarburantes: bioetanol en vez de gasolina y biogasóleo en vez del convencional. Un cambio necesario, sostenible y modélico en un renovado sistema de economía circular. Y todos lo veíamos muy conveniente, deseable... en plan 'apúnteme en la lista de demanda de coches con biocombustible'. Serían circulares por entero porque el C02 que resulta de la combustión del alcohol y de los aceites obtenidos de las plantas serían nuevamente absorbidos por las sucesivas plantaciones agrícolas para ir renovando la producción sin fin, inagotable. Y encima se evitarían otras emisiones dañinas que derivan del petróleo, se generarían millones de puestos de trabajo y se ocuparían todos los campos que dejan baldíos otras producciones excedentarias o no rentables.
En realidad no era nada nuevo. Los primeros motores de combustión interna ya funcionaban con biocombustibles. Para el de gasolina de usaba alcohol, la gasolina (benzina) únicamente se conocía para los mecheros de los fumadores. Y el señor Diesel, cuando diseñó el tipo de motor que lleva su nombre, lo hizo funcionar con aceite de cacahuete, que era lo que había; el gasoil no existía. Ambos productos petrolíferos se desarrollaron para abaratar el consumo de los coches, cuando estos comenzaron a generalizarse, de la misma forma que tiempo después se dio la vuelta a la situación y las miradas volvieron al principio, por economía, por ecología y por sentido común.
¿Se acuerdan de aquellas campañas de concienciación ciudadana? No había día sin una caterva de congresos, simposiums, reuniones, declaraciones políticas, decisiones, promesas, anuncios, informaciones y hasta subvenciones ligadas a los biocarburantes que iban a regir nuestras vidas. Y de repente comenzó a desaparecer todo aquello, hasta extinguirse. Nadie habla ya de biocombustibles. Sólo conozco una gasolinera que venda bioetanol, que no venderá a nadie; lo mantendrá como testimonio.
Ahora todo se centra en ensalzar el coche eléctrico, que tampoco es un invento reciente, tiene más de cien años, pero no se ocupaban en desarrollarlo. Lástima que no dé para dar la vuelta a España con seguridad de suministro, ni que acompañe tampoco su precio. ¿Será más duradero o se mantienen vivas tantas intenciones por la pose obligada que impone el marco de lo políticamente correcto?
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