La agenda de Ábalos
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Lo malo no es solo faltar a la verdad sino qué objetivo hay tan grave que lo justifiqueSecciones
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Arsénico por diversión ·
Lo malo no es solo faltar a la verdad sino qué objetivo hay tan grave que lo justifiqueCuando saltó la polémica por el máster de Pablo Casado, la prensa le recordó sus palabras pronunciadas años antes: «Nixon no tuvo que dimitir por espiar; dimitió por mentir» y el líder del PP terminaba su comentario apuntando que también a Clinton fue la mentira, y no sus escarceos con una becaria, lo que casi le cuesta la presidencia.
No he podido evitar recordar aquel episodio viendo la polémica sobre el presunto encuentro entre Ábalos y la vicepresidenta venezolana. Más allá del problema de jurisdicción, de nocturnidad o de encuentros formales o informales entre un ministro de la UE y una política que tiene vetada la entrada en territorio comunitario, la cuestión no es la diferencia entre lo permitido o lo prohibido como pretende hacer ver el ministro con tirabuzones retóricos, sino la posibilidad de que haya mentido. La primera reacción del dirigente socialista cuando se le preguntó fue negar los hechos. Luego empezó a matizar, más tarde a ironizar para quitarle hierro y, por último, su entorno ve conspiraciones por doquier para justificar que todo es una fea maniobra de la oposición. No niego que el PP, Vox y Ciudadanos se han aprovechado de un punto débil del gobierno en el talón de Unidas Podemos, que es la posición respecto al régimen chavista. Pero que la derecha pegue donde más duele es lo propio de la oposición a un gobierno. Es lo que se espera de ella y de una prensa libre, que exijan explicaciones siempre. Si Ábalos ha mentido, la conclusión cae por su propio peso pero además habrá que preguntarse por qué. Lo malo no es solo faltar a la verdad sino qué objetivo hay tan grave que lo justifique. Pero si Ábalos dice la verdad y fue al aeropuerto a recibir al ministro de Turismo que venía a FITUR y no a la vicepresidenta venezolana, habrá que colegir que le colaron un gol. Dicen que el ministro y la vicepresidenta iban en el mismo avión y, desde luego, es poco caballeroso dejar de saludar. Supongo que eso es lo que se considera un encuentro no formal. Cualquier otra cosa sonaría mucho más jugosa pero menos comprometida políticamente hablando. Como no parece que sea el caso, a pesar de que Ábalos diga que fue a título privado, la maniobra es suficientemente curiosa como para que se aclare la relación de los miembros del Ejecutivo con los dirigentes venezolanos.
El reproche del ministro hacia la derecha acusándole de usar Venezuela para distraer de los verdaderos logros del gobierno suena en la misma línea que las acusaciones de «judicializar» el conflicto catalán. Si no hay encuentros furtivos ocultados a la opinión pública no se apela ni a Venezuela ni a la Virgen de Lourdes. Si no hay delitos cometidos por los dirigentes catalanes no interviene la Justicia ni hay juicios ni condenas que ahora tengan que minimizarse con tal de seguir en el poder. El problema no es convertir Venezuela en cortina de humo sino que haya motivos para poder hacerlo.
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