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Joan Ribó, el alcalde que vivía de espaldas a su ciudad
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Ribó tiende a no estar presente en actos o momentos cruciales para Valencia, como ocurrió ayer en el día de la VirgenSer alcalde no es sólo firmar expedientes en el despacho o dar ruedas de prensa, también es representar a la ciudad. Donde sea: en la firma de un tratado que pide el fin de la guerra de Ucrania pero sin nombrar a Putin y en ... los actos en homenaje a la patrona de la ciudad. El problema del primer edil de Valencia, Joan Ribó, es que le encanta estar presente en unos, y en otros, como a aquel, ni está ni se le espera.
Nadie, de hecho, confiaba en encontrar a Ribó en la Missa d'Infants. Ni en el Traslado. Ni en ningún acto con olor a incienso. Cabe recordar que una de sus primeras decisiones fue suspender la entrada de la Senyera a la catedral para el Te Deum en la procesión cívica del 9 d'Octubre. Es llamativo, cuanto menos, que el primer edil publicara un tuit a las 10.22 horas, mientras en la Basílica los fieles se amontonaban para ver a la 'Mareta', en el que animaba a ir a la Feria del Libro, que ayer cerraba sus puertas. No decía a la gente que fueran a la misma hora que el Traslado, pero sí animaba a acudir. Igual que sorprende que, más tarde, publicara otro tuit alabando la Dansà, que es el único acto de la Virgen que no organiza el Arzobispado de Valencia y que, de hecho, corre a cargo de la concejalía de Cultura Festiva que dirige Compromís.
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La enésima prueba del desdén con el que Ribó trata una fiesta, la de la Mare de Déu, que ya no es sólo para los fieles (cabe recordar que Mónica Oltra llora siempre que ve a la Virgen en la Ofrenda) sino para todos los valencianos, llegó cuando su equipo de comunicación anunció que el alcalde había estado en la pedanía de El Palmar en la clausura de las Jornadas del Partido Verde Europeo, donde firmó la declaración «Construyendo municipios y regiones verdes resilientes del futuro». El acto estaba en su agenda pública y se celebró a partir de las 12.45 horas, por lo que ni siquiera llegó a la mascletà que se disparaba en la plaza y que curiosamente también era en honor a la Virgen aunque fuera la que la pirotecnia Aitana no pudo disparar en Fallas por la lluvia. Con motivo de este acto se volvió a abrir el balcón del Ayuntamiento que él preside, pero no estaba.
Cada alcalde es libre de hacer lo que considere, por supuesto, pero en el pecado lleva la penitencia. No es la primera vez, como recordaban este domingo en los corrillos de la plaza de la Virgen, que el alcalde evita acudir a un acto relacionado con las tradiciones de la ciudad, difícilmente separables de las raíces cristianas de la ciudad. Fue el primer alcalde desde 1979 que no acudió a la Semana Santa Marinera, que es la fiesta más importante de los Poblados Marítimos. Este mes de enero sorprendió a... bueno, en realidad a nadie cuando decidió no acudir a la festividad de Sant Antoni del Porquet, que es, de nuevo, de capital importancia para el barrio de Sagunto para recibir en el Ayuntamiento a las Magues de Gener, la fiesta republicana recuperada por la Societat Coral el Micalet donde este año, además, desfiló una de sus concejalas.
Además, el mundo fallero aún respira por la herida cuando se le recuerda lo que ocurrió el 10 de marzo de 2020. La ciudad aguantaba la respiración mientras esperaba el anuncio oficial de lo que era un secreto a voces: las Fallas se iban a suspender por ese extraño virus que respondía a las siglas Covid-19. Mientras el jefe del Consell, Ximo Puig, convocaba al Palau de la Generalitat a casi todo el mundo que tenía algo que decir al respecto, el primer edil estaba sentado en la ópera. En el Palau de les Arts se representaba 'Il viaggio a Reims' y el alcalde fue como marcaba su agenda. Al Palau corrió Carlos Galiana, concejal de Cultura Festiva y encargado de cubrir la falta del primer edil en todos estos actos donde a Ribó ya no le espera nadie. Más tarde dijo que no iba donde no le invitan, pero cabría preguntarse si el alcalde de la ciudad necesita una carta lacrada o, para adecuarnos al siglo XXI, un correo electrónico firmado por Puig para acudir a una reunión donde se decide el futuro de la fiesta más importante de la ciudad. Una fiesta, por cierto, en la que Ribó sí está presente en todos los actos. Por supuesto, en los que no sean religiosos. Cuestión de visibilidad.
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Por todo esto, no es de extrañar que parezca que el alcalde viva de espaldas a la ciudad. También es el primer edil que no quiere la Copa América y que luego pide Eurovisión, para apenas 24 horas después decir que no quería «competir con nadie». O el que prioriza un acto de Los Verdes a una celebración de la patrona de Valencia. Hay cosas que cuesta defenderlas desde un punto de vista ideológico.
Por no hablar del famoso «embolao» al que se refirió el alcalde cuando habló de la reelección. Caldo de cultivo prefecto para que sus rivales políticos le afeen las ausencias: tanto María José Catalá como Fernando Giner afilan los dientes cuando ven que Ribó no acude a determinados actos. Cuando miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada, y la ciudad mira a su alcalde. Ahora hay que ver si su alcalde le devuelve la mirada.
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