Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia
Kai Försterling/Efe

La alcaldesa honoraria Rita Barberá

EL ESTADO DE LA COMUNITAT VALENCIANA ·

¿Puede haber mayor prueba de apoyo popular que lograr cinco mayorías absolutas seguidas? Ella lo hizo. Pero lo importante son los presupuestos participativos...

ARTURO CHECA

Domingo, 9 de mayo 2021, 00:23

Vivencia uno. No recuerdo cuándo ocurrió, pero sí muy bien lo que pasó. La hija de una conocida sufría una enfermedad degenerativa que ponía fecha al fin de su existencia. Era Navidad y llegó el día en el que Rita Barberá iba a proceder ... al tradicional encendido de las luces de Navidad en la plaza del Ayuntamiento. Unos días antes, la secretaria de Barberá recibió una llamada. Se la hizo mi madre. Conocía a la secretaria por un asunto personal anterior e intercedió para lograr un sueño de la joven enferma: conocer a la alcaldesa. Rita fue mucho más allá. Citó a madre e hija en la plaza del Ayuntamiento la noche del encendido navideño. Con la fuerza que la caracterizaba, la alcaldesa de Valencia cogió a la chica del brazo, la guió hasta la explanada frente al Consistorio, entre falleras mayores y decenas de personas, e hizo que aquella joven encendiera ella misma, emocionada y sosprendida, las luces del Ayuntamiento. Los ojos de la chica chispearon como nunca. Poco después, murió.

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Vivencia dos. No recuerdo por qué tuve que llamarla. Fue por un tema sobrevenido, no algo planeado. Era un día a las cuatro y pico de la tarde. Entonces me dijo que podía atenderme por teléfono, tras pedírselo por la mañana. Y me devolvió la llamada pese a las horas. «Dime, voy a ver si como, pero cuéntame, cuéntame...», me soltó con esa voz ronca y potente que la caracterizaba. La tuve no pocos minutos al aparato. Y demostró una cercanía y una humanidad nada parecidas al endiosamiento y caricaturización con los que muchos han pretendido que pase a la historia.

De justicia. Casi calco para este análisis el titular que la pasada semana plasmó Pablo Salazar en una de sus acertadas columnas. 'Rita Barberá, alcaldesa honoraria', era el encabezado de aquel artículo en el que defendía la imperiosa justicia de que la que fuera primera edil de la ciudad recibiera la distinción de alcaldesa honoraria de Valencia. Algo con lo que Ribó y Gómez están jugando al gato y al ratón. Postergando todo lo que pueden la decisión. Liando la madeja con que Catalá no sacó el tema durante la primera reunión en el Consistorio para tratar el tema de las distinciones y ocultando torticeramente a la opinión pública que hay un documento perfectamente presentado en el que el PP plantea la cuestión. Tratando de dilatar algo que es de justicia y una soberana obviedad: que Barberá merece ese reconocimiento de la ciudad que dirigió durante 20 años, con cinco mayorías absolutas consecutivas. Un Ayuntamiento que tanto endiosa los ignorados presupuestos participativos debería entenderlo, pero ni por esas...

Nadie en la historia municipal ha logrado un respaldo popular tan masivo y notable. Jamás. Sólo eso debería ser un dato suficiente para otorgar el titulo honorario a Rita Barberá. Se la coloca en la historia negra de la urbe y de la corrupción con una implicación en el caso del 'pitufeo' (la supuesta financiación irregular del PP) que ningún juez jamás ha probado. Rita falleció antes.

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Durante su mandato, aunque obra autonómica, se construyó la Ciudad de las Artes. Sus detractores no cesan de repetir los muchos sobrecostes. Cierto. No se subraya tanto que ha sido uno de las razones de que Valencia esté en el mapa turístico. En España, sólo la Alhambra es más visitada. También en su época se alzó el Palacio de Congresos, hito internacional hoy en el turismo de convenciones. De buena parte de su empeño salió que Valencia acogiera la Copa América y que hoy tenga una perla como la Marina Real (pese al abandono del gobierno municipal). Como mejoró el viejo cauce. O el Puerto. Rita merece ser alcaldesa honoraria. Como persona y como política.

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