
Alerta totalitaria
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El sueño del gobernante autoritario, controlarlo todo y encima concitar el aplauso de una sociedad dócil y adormecidaVoy a recurrir al mismo mecanismo de agitación que utilizó Pablo Iglesias tras conocer la victoria del centro-derecha en las elecciones autonómicas andaluzas, la ya famosa (y bochornosa) «alerta antifascista». A la luz de los últimos acontecimientos me permito lanzar una «alerta totalitaria» vista la deriva de la izquierda de este país, la complicidad de actores y sectores representativos y el resignado silencio de buena parte de la sociedad ante lo que ya ven como irreparable.
El boicot violento del pasado miércoles a un mitin de Vox en Vallecas promovido por la extrema izquierda y los antisistema es doblemente alarmante. Primero, por el descaro con el que los que hace unas semanas incendiaban las calles en defensa -eso decían- de la libertad de expresión, ahora se concentran, insultan, lanzan piedras y palos a los simpatizantes del partido de Abascal y agreden a los policías, sin sentir el menor sonrojo por su flagrante contradicción. Ni se esconden ni tratan de disimular. Y segundo, por el respaldo -y el aliento- que a estas acciones de guerrilla urbana se presta desde una formación que ahora mismo se sienta en el consejo de ministros del Gobierno de España.
Que no se engañe ningún incauto. No es Vox, es cualquiera que no piense como ellos. La misma intolerancia que impusieron en los campus universitarios -donde lograron implantar su dictadura del miedo- la están trasladando a las calles o a los parlamentos, como el de Cataluña, del que se salen los diputados de todos los partidos -menos el PP y Ciudadanos- cuando interviene el portavoz de Vox. Pero si no estuviera Vox sería el PP, como ya pudo comprobar José María Aznar. ¿O acaso no alertaba el PSOE del peligro «de la extrema derecha» para restar apoyo a los populares? ¿No se acuerdan del anuncio del perro rabioso?
Hay un problema de origen y es que la izquierda española no sólo se siente moralmente superior a la derecha sino que realmente piensa que nadie salvo los que abrazan su ideario puede gobernar. A la derecha le niega toda legitimidad, como herederos del franquismo, de los vencedores de la guerra civil, criminales fascistas (la terminología es la que suele emplear Iglesias) que deberían rendir cuentas ante tribunales populares, no ante una Justicia controlada por los poderes fácticos. Independiente decimos otros.
Y a este problema de raíz se suma uno circunstancial pero no menos grave. El PSOE de Pedro Sánchez está cada día más cerca de esta postura de intransigencia, choque frontal con el enemigo y ruptura sin matices con el pasado. La reconciliación, la superación del trauma de la contienda civil, no está ya en el imaginario de algunos dirigentes socialistas y de una militancia radicalizada que vive directamente de papá Estado o de alguno de sus múltiples chiringuitos. El interés estratégico les lleva a arrimarse a los podemistas así como a nacionalistas e independentistas que no esconden su proyecto de romper la unidad del Estado.
Control de la enseñanza -tanto la escolar como la universitaria-, dominio de los medios de comunicación, asalto al Poder Judicial y una sociedad progresivamente empobrecida y cada vez más dependiente de la subvención del Estado. Con este panorama y con el azote de una pandemia que va camino de los cien mil muertos y que si llega a pillar con el PP en el Gobierno habría dejado un reguero de algaradas, quema de contenedores, cristales rotos y escraches en las puertas de los domicilios de ministros y diputados populares, el riesgo de que una democracia imperfecta pero real evolucione peligrosamente hacia una dictadura bolivariana es cada vez mayor. De ahí la importancia simbólica de la que ya puede considerarse como la batalla de Madrid del siglo XXI. Probablemente no sea Díaz Ayuso la mejor representante de una derecha moderna y sin complejos, de un liberalismo que con todos sus defectos es hoy más necesario que nunca ante el avance imparable del intervencionismo a todos los niveles. Pero ahora mismo es el salvavidas al que se agarra todo aquel que ve con fundado temor el peligro de una izquierda populista y demagoga dominante en aulas, medios de comunicación y redes sociales, cines, teatros, museos, sindicatos, asociaciones, ONGs, función pública y en prácticamente todos los sectores de la vida de las personas. El sueño del gobernante totalitario, tenerlo todo controlado, amordazar a la oposición y encima concitar el aplauso de una sociedad dócil y agradecida al que basta con llenar el estómago. De momento.
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