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Alpha

Tuvo que existir un hombre que se atreviera a acercar su mano desnuda a las fauces de una bestia para que esa bestia se convirtiera en un animal doméstico

MANUEL VILAS

Jueves, 20 de septiembre 2018, 09:38

Fui a ver la película titulada Alpha, dirigida por Albert Hughes, y que se exhibe en estos días por todos los cines de España. La acción se sitúa en Europa, en una Europa de hace 20.000 años, durante la última glaciación, eso lo sé porque lo he mirado en Wikipedia. Mucho frío, mucha nieve, y una naturaleza hostil y tribus de homo sapiens entregadas a la caza de toda clase de bestias.

¿Cómo sería el mundo hace 20.000 años? Esa pregunta me sedujo. Ni un camino, ni un pueblo, ni un sendero, ni una iglesia, ni un Ikea, ni un triste MacDonald's, ni una silla para sentarse y contemplar la nada. Nada de nada de lo que hoy conocemos. Solo tierra, agua y nubes. Sin embargo, pese a lo sugerente de ese entramado argumental, Alpha es una película bastante mediocre. Lo gracioso es que yo ya sabía que era una película prescindible cuando decidir ir a verla. Pero aún así necesitaba contemplar hipótesis visuales sobre cómo era, o se suponía, el mundo hace 20.000 años.

Ese es tal vez el punto fuerte de la película, es decir, todo lo que tiene que ver con los efectos especiales. Bueno, ahora que lo pienso, también me gustó la idea del amor entre padre e hijo. Creo que ya me he convertido en un sentimental. Aunque la historia poderosa de la película es la de un joven viviendo con un lobo. Es verdad que en algún momento de nuestro pasado tuvo que nacer esa relación entre el hombre y el perro, y allí la película acierta a la hora de imaginar ese momento. Y por eso tuvo que haber una primera vez entre el hombre y el lobo. Tuvo que existir un hombre que se atreviera a acercar su mano desnuda a las fauces de una bestia para que esa bestia se convirtiera en un animal doméstico.

Ese hombre, ese homo sapiens mejor dicho, debió de ser un visionario, alguien capaz de leer en el pensamiento de un lobo. Salí del cine acordándome de mi perro. Yo viví con un perro durante 14 años. Después de ver Alpha, pensé que mi perro Golo, así se llamaba, venía también de la noche de los tiempos. Cuánto quise yo a Golo, y cuánto me quiso él. Y me hizo recapacitar sobre que los perros representan algo que los seres humanos ya hemos perdido: el amor incondicional.

Recordé los últimos días de mi perro Golo. Con qué elegancia llevó Golo su enfermedad. El día del adiós cogí su mano (para mí Golo nunca tuvo patas) y la estreché con fuerza. Golo murió tranquilo, con la mirada serena. Como espero morir yo, si por fin este país se decide aprobar la eutanasia. Resulta chocante, sigue resultando chocante que a día de hoy los seres humanos mueren sufriendo como perros y los perros se van de este mundo con la dulzura de los ángeles. Cuando les llega la hora se pueden ir con elegancia.

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