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El alquimista

NACHO COTINO

Jueves, 7 de septiembre 2017, 11:57

El aterrizaje de Marcelino en el Valencia despierta conciencias acerca de la relevancia que tiene un entrenador al frente de una plantilla. Y es algo que parece obvio pero no siempre lo ha sido o no siempre se ha entendido así por quienes circunstancialmente dirigen clubes de fútbol. Ocasiones ha habido en las que las 'cabezas pensantes' de algunos clubes -en el Valencia CF ha sucedido varias veces- llegaron a la conclusión de que con una plantilla fuerte era más que suficiente obtener los resultados deseados relegando así el papel del entrenador a la de un mero guardia urbano. De esa manera el Real Madrid pensó, en su día, que Carlos Queiroz podría funcionar porque disponía de una plantilla poderosa. El Valencia creyó que Antonio López haría buen papel por haber sido discípulo de Benítez o que lo podría hacer Ayestarán por lo mismo. Pero el fútbol termina poniendo a cada uno en su sitio y queda claro que la capacidad de liderazgo, la preparación y la personalidad de un buen entrenador termina por ser la mejor inversión que puede hacer un club con aspiraciones. Y es que desde el paso de Ernesto Valverde no se recuerda un entrenador que como Marcelino se convierta en un valor añadido a la plantilla. Siempre distingo entre el entrenador mediocre: quien resta valor a su plantilla y sinceramente creo que Emery estuvo siempre por debajo del grupo que le tocó dirigir; el entrenador plano: que sería lo más parecido al guardia urbano que no suma ni resta y en este caso me viene, por ejemplo, a la cabeza el nombre de Nuno que -más allá de sus batallitas entre Mendes, Salvo y CIA- atendiendo al aspecto meramente deportivo ni sumó ni restó al equipo hasta que entró en barrena en el último momento; y luego está el gran entrenador que sí es capaz de hacer mejor al equipo que dirige. El alquimista que aterriza en el vestuario oportuno y en el momento oportuno para optimizar su plantilla. Pero es necesaria la combinación de equipo, oportunidad y capacidad porque no siempre quien encuentra la tecla en un equipo está capacitado per sé para encontrarla en otro: lo hizo Rafa Benítez en el Valencia, lo habían hecho -desde su estilo- Cúper y Ranieri, lo hizo Valverde y quién sabe si lo habría podido llegar a hacer Pellegrino de haber llegado en otro momento y de haber gozado de la confianza que le retiró el mismo que lo había fichado meses antes. Hoy parece que Marcelino apunta a protagonizar ese papel. El asturiano ha operado en tiempo récord como lo hacen los expertos en desactivación de explosivos: cortando el cable oportuno para ir desactivando los artefactos que de no ser neutralizados hubieran dinamitado su labor. Ahora tiene que gobernar con la misma maestría y firmeza que ha desmantelado el pasado podrido. La sensación que transmite es que está perfectamente capacitado para conseguirlo y cuenta con el crédito de la grada.

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