La encuesta de intención de voto autonómico valenciano elaborada por Sigma Dos y que hoy publica LAS PROVINCIAS permite realizar numerosas interpretaciones sobre la evolución sociológica de la Comunitat Valenciana justo en el ecuador de la legislatura y cuando se empieza a ver la luz al final del interminable túnel de la pandemia. Pero la inmediata, la más destacada, es que el PSPV de Ximo Puig sale reforzado de estos dos años de su segundo mandato y estaría en condiciones de revalidar un tercero, pactando nuevamente con sus actuales socios, Compromís y Unidas Podemos. De lo cual se deduce una segunda conclusión no menos importante y es que el bloque del centro-derecha (PP, Ciudadanos y Vox) no consigue reunir ni rentabilizar el descontento social hacia las políticas aplicadas por el Botànic. La suma de los escaños de las tres formaciones viene a representar más o menos lo mismo que en la actualidad, aunque el reparto marca un evidente ascenso de los populares, la consolidación al alza del partido que lidera José María Llanos y el esperado y previsible hundimiento de la marca naranja, Ciudadanos, que en la Comunitat ha perdido a su principal referente, Toni Cantó.
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Las razones por las que el centro-derecha no es capaz de restar apoyos al tripartito y ganar adeptos a su causa no pueden circunscribirse exclusivamente a un problema de liderazgo, que es como suelen resolver este problema los partidos cuando están en la oposición y ven alejarse sus opciones de recuperar el Gobierno, si bien es evidente que Ximo Puig no tiene en estos momentos enfrente una figura que se contraponga y se presente como alternativa reconocible por los valencianos. Los ciclos políticos suelen establecer periodos duraderos al frente de las instituciones: el PSOE dirigió durante doce años la Generalitat, entre 1983 y 1995, mientras el PP lo hizo a lo largo de veinte años, de 1995 a 2015. A una gran parte de la población le cuesta cambiar el voto y el partido que gobierna siempre tiene un plus respecto a los demás. Por si todo ello no fuera suficiente, el Consell es bien valorado en su gestión de la pandemia, probablemente porque los errores cometidos se ven más como responsabilidad del Ejecutivo central y también porque la dirección de la consellera Barceló y del propio Puig no ha sido tan errática como la de Sánchez. La conclusión es evidente: el centro-derecha valenciano tiene un problema.
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