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Amigos perdidos

carlos javier gonzález cepeda | Delegado del Gobierno en la Comunitat entre 1996 y 2001

Domingo, 14 de febrero 2021, 00:06

Con el traslado de presos de ETA a las cárceles valencianas la organización montó una infraestructura de informadores y simpatizantes que le permitió hacer un seguimiento a políticos y empresarios valencianos. En los folios de datos incautados a dos etarras constaba información sobre un teniente coronel médico de las Fuerzas Armadas y un inspector del Cuerpo Nacional de Policía destinado en la comisaría de Mislata. En esos documentos había cerca de 500 nombres. Muchos de ellos aparecían únicamente mencionados. En el caso de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y algunos empresarios, con recortes y fotos de periódicos.

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Gracias a un funcionario de la prisión de Fontcalent, antiguo colaborador del ministro Antonio Asunción y destinado anteriormente en Nanclares de Oca, y a confidentes en el País Vasco, supimos que ETA preparaba un atentado con coche bomba en la salida de la Pista de Ademuz, frente a Hipercor. Autorizados por el ministerio, al que pusimos en conocimiento, nos trasladamos Antonio Asunción y yo a Bilbao para contactar con los confidentes. Ese viaje, cambiando varias veces de coche, fue para mí una experiencia inolvidable. Eso sí, con mucho miedo. La información recibida nos permito frustrar el atentado.

En 1997 hubo un cambio de inflexión en el apoyo popular a ETA. En julio, los terroristas secuestraron a Miguel Ángel Blanco, joven concejal del Partido Popular, en la localidad vasca de Ermua. La organización dio un ultimátum de 48 horas al gobierno español para que acercara a todos los presos de ETA a cárceles del País Vasco. La indignación por el asesinato motivó manifestaciones de repulsa insólitas en España. También en el País Vasco, donde el temor a las represalias hacía que muchos hasta entonces no alzaran la voz. Fue el espíritu de Ermua y puso de manifiesto el cada vez mayor rechazo popular a la violencia de ETA.

El 16 de septiembre de 1998, la banda terrorista anunciaba en un comunicado la apertura de un alto el fuego indefinido y sin condiciones, para negociar una decisión pacífica al conflicto vasco. Durante quince meses se abrió una puerta a la esperanza, pero, a pesar de los acercamientos políticos y la voluntad de resolver el conflicto vasco por la vía pacífica, ETA nunca llegó a sentirse satisfecha, y retomó la lucha armada a finales de 1999. La causa, según la banda, fue el incumplimiento por parte del PNV y EA de un acuerdo por el que se comprometían a lograr una institución «única y soberana» para el País Vasco, en un proceso político en el que quedaran fuera PP y PSOE y que concluiría con una convocatoria electoral en las tres provincias vascas, Navarra y el País Vasco francés como única circunscripción electoral. El 22 de enero de 2000, ETA reaparecía en Madrid para asesinar al teniente coronel Pedro Antonio Blanco García.

Por afinidad y amistad, cuatro asesinatos me causaron una honda conmoción. José Edmundo Casañ, tiroteado en marzo de 1991, fue compañero de colegio y amigo de juventud. Ernest Lluch, asesinado en noviembre de 2000, profesor mío en la Facultad de Económicas. Era una persona proclive al diálogo. Con Manuel Broseta, asesinado el 15 de enero de 1992, me unían lazos de amistad y hoy sigo siendo amigo de sus hijos. Tomás y Valiente fue un admirado profesor.

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