Se ha puesto de moda celebrar efemérides de hace 40 años. El Gobierno valenciano se encuentra en plena celebración del Estatuto de Autonomía -'fent país, lo han bautizado-. El PSOE de Pedro Sánchez también ha celebrado los 40 años del triunfo de Felipe González, cita ... a la que el presidente valenciano Ximo Puig no pudo acudir al encontrarse en la Fira de Cocentaina. Quizá por aquella ausencia, el PSPV ha decidido celebrar su propio cuadragésimo aniversario. En este caso, se trata de la victoria de Joan Lerma en las elecciones autonómicas. Un matiz: aquellas elecciones se celebraron en mayo de 1983, de manera que 40 años no han pasado, pero vale.
Vayamos al tema. Sánchez aprovechó el acto del 40 aniversario de la victoria de Felipe González para tratar de asociar su imagen a la del expresidente, quizá la figura política española que mejor encarna el concepto de carisma. González fue, y sigue siendo, uno de esos políticos que encandila. Sánchez, al que la bronca judicial con la Ley del 'sí es sí' le ha venido de perlas para tapar la otra, la de la reforma del delito de malversación para los condenados del procés, aprovechó la cita para hacer ver que uno y otro -él y González- eran el mismo PSOE, la misma izquierda realista, incluso moderada... nada que ver con la realidad de la actual gestión del Gobierno, volcado en satisfacer a sus socios independentistas y en asumir las propuestas económicas de Podemos. Precisamente por eso, Sánchez necesitaba la foto con González.
Puig se retratará hoy con Joan Lerma, senador vitalicio por la Comunitat y presidente del Consell desde 1983 hasta 1995. Lerma está considerado como el padre de la arquitectura institucional de la Comunitat Valenciana. Bajo su gestión se aprobaron algunas de las normas más importantes del autogobierno valenciano, y suya fue también la decisión de apartar de su Consell a Rafael Blasco, señalado ya entonces por la sombra de comportamientos corruptos. Lerma supo alumbrar el sentido de pertenencia a la Comunitat Valenciana, contribuyendo a reconducir el debate identitario. Y también tuvo que sufrir el ninguneo de otros barones del partido como José Bono y del propio Gobierno de González, en frentes abiertos como el de la finalización de la Nacional III, que acabaron sirviendo en bandeja la victoria electoral al PPCV en 1995.
De Lerma nunca se ha dicho que tuviera el carisma de Felipe González, ni tampoco el control orgánico del partido que en su día exhibió Alfonso Guerra. Y sin embargo, el lermismo ha dado nombre durante décadas a la gran familia del socialismo valenciano, y que consideraba a Puig como su heredero. Siete años y medio de presidencia del Gobierno después, el ahora jefe del Consell ni se reivindica lermista ni se mira en el espejo de aquella gestión. Puig ya sabe que ha dejado su propia huella al frente de dos gobiernos de complicada convivencia como son todos los de coalición, y aspira ahora a un tercer mandato. Se sabe bien valorado en las encuestas y asume que si se acercan las elecciones y Sánchez no es buena compañía, se alejará de él lo que sea necesario -ya lo hizo con los impuestos-, igual que en 2019 se pegó a su rueda para revalidar la presidencia del Consell. Joan Lerma presidió el Consell tres legislaturas. Puig aspira a hacerlo. Y aunque en algunos círculos socialistas se especula con que su relación no es especialmente fluida, y el exjefe del Consell rechazó en su día una oferta para presidir la Autoridad Portuaria, Lerma gusta de ser reconocido por el destacado papel que jugó en su día. Dicho eso, y celebrado el homenaje, las cosas volverán a su devenir ordinario. Como con Felipe.
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