Para ahorrar, no gastar. Es la máxima de siempre, la que exhibe el señor Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores. Apaguen ... la calefacción para ahorrar gas y Europa no se lo tendrá que comprar a Rusia. Tanto viaje para esto. No hará falta que nos digan que apaguemos la luz, ya lo hacemos. Al precio que nos la han puesto... Como en aquel tiempo, con las madres repitiendo que no encendiéramos más de la cuenta: ¡Fulanito, apaga la lámpara del cuarto!
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Las modernas admoniciones parecen una reedición de aquella campaña oficial de principios de los años 70, en pleno franquismo. Había estallado la crisis petrolífera derivada de la guerra del Yom Kipur. La tele nos mostraba imágenes de otros europeos en bicicleta para no tener que ir en coche. El mensaje del régimen era claro: la crisis del petróleo afecta a otros, a España no. Pero no se pudo resistir mucho tiempo contra la evidencia: llegaron las restricciones, se prohibió encender las luces de los escaparates, se apagaron farolas y se obligó a jugar los partidos de día. El precio del combustible estaba intervenido por el Gobierno, que tuvo que lanzar una masiva campaña publicitaria para promover el ahorro, aleccionándonos así por la tele: «Aunque usted pueda pagarlo, España no puede».
Lo de Borrell parece una reedición de aquello: corten el gas, porque aunque ustedes puedan pagarlo, Europa no puede, y sin querer le estamos haciendo la gracia a Rusia. Tranquilo, la fuerza de los hechos hará su camino. Ya están cerrando las fábricas, pronto pararán los camiones, multitud de iniciativas se anulan o postergan. La cadena global se va frenando. Quien puede recurre a la leña, ahora llamada biomasa. Y el mismo Putin responde desafiante: Abríguense para no pasar frío.
Medio siglo para volver a lo mismo. Sin franquismo, en democracia, con autonomías, elecciones libres y ejércitos de gobernantes y funcionarios. Y la derivada es la misma: gasten menos, cierren el gas, apaguen la luz. Sin ninguna muestra de reconocimiento y contrición oficial; nadie sale a decir: nos equivocamos, no supimos, creíamos que sería otra cosa.
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Nos embaucaron con los biocombustibles, la transición ecológica, las renovables, el cierre de nucleares, el hidrógeno... y seguimos dependiendo del gas y el petróleo de oligarcas. ¿Y qué han hecho en todo este tiempo nuestros altos representantes y mandatarios, aparte de pedirnos que seamos sostenibles? ¿Cómo nos sostendremos ahora? Nos volveremos todos diletantes.
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