Los árboles, el bosque y la tala de Celaá y Tiana
VICENTE MORRO LÓPEZ | DELEGADO DEL FORO DE LA FAMILIA EN VALENCIA
Miércoles, 11 de noviembre 2020, 07:35
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VICENTE MORRO LÓPEZ | DELEGADO DEL FORO DE LA FAMILIA EN VALENCIA
Miércoles, 11 de noviembre 2020, 07:35
Los bosques, animados o inanimados, tienen siempre algo de mágico. Hermosos parajes solitarios imprescindibles para nuestra vida, aunque se encuentren a cientos o miles de kilómetros. Su belleza natural oculta durante el día los peligros y terrores que acechan por la noche. Pueden ser escenario de dramas fortuitos, pero también de tragedias premeditadas. ¡Cómo no recordar ese bosque, manchado para siempre por el fanatismo y la intolerancia, en el que fue vilmente asesinado Miguel Ángel Blanco! O esos en los que, en cualquier recodo del camino o la carretera, incluso durante una simple prueba deportiva, podía aguardar la muerte tramposa y traidora ordenada por el totalitario de turno y ejecutada por dogmáticos sicarios cuya paga era participar en la supuesta «liberación» de una imaginaria patria sojuzgada.
Pero no hablaremos hoy de estas cuestiones que, gracias a Dios, siguen siendo objeto de recuerdo y memoria por gentes mucho más autorizadas y capaces que quien esto escribe. Baste recordar que la justicia y el respeto debido a la dignidad de todas las víctimas deben sostenerse sobre la verdad; nunca sobre falsos relatos que pretenden ocultar a los culpables de cientos de crímenes aún sin resolver y blanquear a los que aplaudieron, apoyaron, recogieron las nueces o callaron ignominiosamente ante tanta atrocidad -que muchas veces eran y son los mismos que realizan homenajes enalteciendo la figura de asesinos y torturadores al volver a su pueblo-. Vamos a hablar hoy de otros bosques, que ocultan también inmensos peligros para el futuro de nuestra sociedad, y de otros árboles. Y aquí no estaría de más tener presente, en el marco conceptual en el que nos vamos a mover, el célebre aforismo jurídico que dice que «quien puede lo más, puede lo menos».
Viene todo esto a cuento de lo que estamos viendo, y viviendo, estas últimas semanas en relación al proceso de aprobación de enmiendas a la llamada LOMLOE, la ley de Celaá y Tiana, la del PSOE y Podemos, pero también la de Bildu, Esquerra Republicana y otros más. En efecto, en el Congreso de los Diputados, se está asistiendo, en una cuestión tan seria, tan técnica y tan específica, como la elaboración de una ley de educación, que debería marcar el futuro de nuestro país de forma positiva y esperanzadora, a un espectáculo de mercadeo y chalaneo político, y a un auténtico cambalache, en el sentido de las dos primeras acepciones que ofrece el Diccionario de la Lengua Española, haciendo trueque o intercambio como si trataran con cosas de poco valor, y además haciéndolo de forma poco transparente. Están cambiando el futuro educativo puede que de más de una generación, si no somos capaces de remediarlo, por los votos necesarios para unos presupuestos, falsos y coyunturales. Es lo que tiene el hacer las cosas como sea y a cualquier precio.
Han aparecido ante nosotros algunos grandes 'árboles' -sequoias, baobabs, fresnos, tejos-, por ejemplo la eliminación de la educación diferenciada o la del español como lengua vehicular, el recorte de los derechos de los padres a la hora de elegir la educación de sus hijos o de los docentes a desarrollar una carrera en un centro de iniciativa social o de los titulares a crear o mantener un colegio con la necesaria autonomía y seguridad jurídica. Son éstas cuestiones gravísimas, que demuestran el talante liberticida, sectario e ideológico de esta contrarreforma. Estos 'árboles' son dañinos y peligrosos por sí mismos, pero, además, nos impiden ver el 'bosque'.
El 'bosque' que, Celaá y Tiana, en compañía de otros, están talando indiscriminadamente. Talando y recortando derechos. La extrema y aparatosa gravedad de los ejemplos que hemos expuesto ya, los más llamativos para la opinión pública, impide ver otras muchas cuestiones igualmente graves, negativas y preocupantes de esta ley: la progresiva eliminación de la educación especial, el ataque a la asignatura de Religión, las imposiciones ideológicas y las injerencias políticas, la bajada del nivel educativo y el rechazo al esfuerzo y la excelencia, la imposición de una concepción estatista de la educación que ignora los derechos y libertades de los miembros de la comunidad educativa, la eliminación del pluralismo y el asentamiento de una escuela única, pública y laica, el desprecio a las normas internacionales y a las sentencias de los Tribunales, Constitucional y Supremo. Y todo esto tanto para los que quieran elegir una escuela pública como una concertada.
Habrá que acudir al Constitucional, por supuesto, pero no solo por la lengua. También por los muchos derechos talados y libertades recortadas. Es una más de mis muchas limitaciones, pero me cuesta y me duele ver convertidos en sesudos expertos en educación a aquellos que durante mucho tiempo callaron, o aplaudieron en el peor de los casos, ante horrendos crímenes de lesa humanidad, que dejaron a muchos alumnos sin padres o sin seres queridos, y a muchos padres sin hijos para los que poder elegir un colegio público, concertado o privado, cuando crecieran. Ahora, los autores reciben homenajes, impunemente, como si de «héroes» se tratara, incluso sin renegar de su pasado ni arrepentirse de sus delitos, y sin pedir perdón ni colaborar con la justicia. Y a la vez, los reconvertidos en ponentes y enmendadores, son acogidos y tratados como si fueran miembros de partidos comprometidos con la democracia y la justicia. Educar es servir a la verdad, no a la mentira.
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