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La arriesgada apuesta de Cs

BELVEDERE ·

Pablo Salazar

Valencia

Viernes, 8 de mayo 2020, 07:30

Ahora parece algo muy lejano pero no hace tanto tiempo que Ciudadanos tuvo la llave de un Gobierno de coalición con el PSOE que tal vez nos hubiera evitado muchos disgustos y que habría permitido explorar la vía de una alianza transversal entre un partido de izquierdas y otro que actualmente se define como liberal aunque en sus orígenes llevó la etiqueta de socialdemócrata. Fue, conviene recordarlo, tras las primeras elecciones generales de 2019, las celebradas el 28 de abril, cuando los socialistas obtuvieron 123 escaños en el Congreso y los naranjas, 57, por lo que sumaban una cómoda mayoría absoluta. Pero los personalismos de Sánchez y de Rivera y el odio que se profesan lo impidieron. El entonces líder de Ciudadanos veía muy cerca la posibilidad de un 'sorpasso' al PP de Casado, que se había quedado con tan sólo 66 parlamentarios, y fantaseaba primero con la posibilidad de alcanzar una posición de primacía dentro del centro-derecha para, a continuación, asaltar el poder, por lo que lo confió todo a una repetición electoral (10 de noviembre de 2019) que ya sabemos cómo acabó, con el hundimiento de su marca (que de 57 pasó a 10 escaños), su dimisión de la presidencia y el abandono de la actividad política.

La apuesta de Rivera terminó en un rotundo fracaso, dejando a Ciudadanos fuera del foco, desubicado y sumido en una crisis de identidad. Al aparecer un actor inesperado, Vox, el PP de Casado se veía obligado a tratar de centrar su partido sin descuidar su flanco derecho para taponar las fugas de votantes hacia Abascal. Menos sitio aún para la marca naranja, liderada ahora por Inés Arrimadas, una política que por su meritoria labor en Cataluña, enfrentándose valientemente al secesionismo, goza de muy buen cartel en casi toda España. Hasta que de repente, la crisis del coronavirus y el debate sobre la prolongación del estado de alarma le devuelve el protagonismo perdido y le sitúa como blanco de las críticas a derecha (PP y Vox) y a izquierda (Podemos, ERC...). El papel de bisagra no es fácil en una democracia como la española, poco acostumbrada a la política de pactos y que sanciona a las siglas que en un territorio gobierna o respaldan a unos y en otras comunidades a los contrarios. Las críticas surgidas desde dentro demuestran que Arrimadas no lo va a tener nada fácil para recomponer sus filas y subir en las encuestas, consolidándose como opción de centro serie y de futuro. La apuesta, en definitiva, ha sido arriesgada, puede salirle mal, pero el peligro de invisibilidad y de caminar aceleradamente hacia la intrascendencia era tan evidente que la líder naranja ha preferido jugar fuerte sus cartas.

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