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¿Quién ha arruinado al Valencia?
SILLA DE ENEA ·
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Directivos y aficionados han auxiliado con frecuencia al club de MestallaTLa anécdota es harto conocida, aunque no por ello, y mucho menos ahora, su relato resulta reiterativo ni insignificante. En los tiempos heroicos de la fundación del Valencia, en los que los primeros directivos habían de esconderse en la naya del Torino para evitar a ... los acreedores y los futbolistas recibían, como muestra de afecto más suave, numerosos improperios por jugar en calzones en descampados a un 'sport' de importación, Gonzalo Medina, ideólogo del club -y, por extensión, del fútbol valenciano- puso a disposición del Valencia un capital, que había reunido pacientemente para organizar su boda, para que la entidad pudiera acondicionar y vallar el solar de Algirós en el que jugaba sus partidos. El préstamo, 25.000 pesetas, suponía una descomunal cantidad para un club en mantillas. Por ejemplificar: en aquellos tiempos la aportación de Medina equivalía a ocho años del sueldo mensual -250 pesetas- del redactor jefe de un diario local. El número suelto de LAS PROVINCIAS valía 5 céntimos; la Granja La Paz ofrecía leche de vaca a 45; la entrada a Algirós a un partido amistoso costaba 40 en general y 1 peseta en preferencia.
La de Medina no fue la única muestra de generosidad de los socios para con su club. Ni sería la última. Semanas antes de la entrega, el propio directivo y Octavio Milego habían negociado personalmente el arrendamiento del solar por cien pesetas mensuales, avaladas y pagaderas por ambos ante la desconfianza del propietario a cederlo a una sociedad deportiva. Durante los veinte fueron habituales las aportaciones: desde las obligaciones de deuda para acabar de pagar la construcción de Mestalla, suscritas masivamente por los abonados (bastantes de los cuales, por cierto, renunciaron a cobrarlas tras la guerra), hasta los préstamos sin intereses de los seguidores mejor situados económicamente. En los cuarenta la situación se reprodujo con cierta frecuencia. En tiempos de vacas flacas la afición siempre respondió, como por ejemplo adelantando el dinero de quince años de pases para ayudar a la reforma de Mestalla. Y también los directivos. No solo Luis Casanova (una de cuyas primeras acciones tras la guerra fue pedir prestados a sus familiares unos cuantos cientos de miles de pesetas para reflotar el club): directivos como Juan Ramos, Manuel Cuadrado o Rafael Bau, entre otros, auxiliaron al club vaciando sus cuentas para pagar nóminas o atender imprevistos diversos. En los ochenta, en pleno naufragio, los integrantes de las juntas de Ramos Costa y Vicente Tormo achicaron agua aportando decenas de millones a un club ahogado. Y los seguidores, siempre fieles, ofrecieron el impulso necesario para que reviviera y siguiera a flote. Entre la campaña de socios de la temporada 86-87 y las sucesivas ampliaciones de capital de la ya SAD son frecuentes las muestras de abnegación y entrega de una afición ejemplar.
Recuerden todo esto cuando les cuenten, una vez más, la milonga aquella de que fueron los valencianos quienes arruinaron el Valencia. Y también lo de que Lim vino a salvar al club desinteresadamente, mantra que se ha reproducido durante años cultivando su imagen de filántropo y amante del deporte y que se desmonta fácilmente con lo visto en los últimos siete años. Fueron un puñado de mandatarios, jaleados con tanta alegría como irresponsabilidad por sus palmeros mediáticos, quienes condujeron a la entidad al abismo. Frente a ellos, las impagables manifestaciones de afecto y generosidad de la afición siguen siendo la mejor muestra de lo que significa el valencianismo. Y marcan el camino de la ansiada recuperación del Valencia.
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