
Arte, leyenda y decadencia en la vieja Hungría
EMILIO GARCÍA GÓMEZDOCTOR EN FILOLOGÍA
Sábado, 5 de noviembre 2022, 23:59
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EMILIO GARCÍA GÓMEZDOCTOR EN FILOLOGÍA
Sábado, 5 de noviembre 2022, 23:59
TextoHace unos años tuve la oportunidad de visitar Budapest. Lejos estaba el ruido de los tanques rusos ocupando la capital húngara un 23 de octubre ... de 1956. Atrás quedó enterrado el poderoso imperio austro húngaro y la magiarización de sus extensos territorios.
Hungría ha sido un puchero donde se han cocido caldos con muy diversos ingredientes, viéndose obligada a pagar por ello. Durante años, la diáspora convirtió a la población en los parias de Europa. Ahora ya no es así. Se alzan junto a Victor Orban contra el neo estado de la Unión Europea, que les acusa de no ser «una democracia plena».
En Budapest escuché a una guía turística mostrarse muy crítica con el alcalde de la ciudad, Gábor Demszki, a quien veía incapaz de gobernar con decencia y eficacia. Me pareció una cantilena familiar, esa canción monótona y arrastrada de los paisanos que han de sufrir, como espectadores pasivos y maniatados, la decadencia y la falta de escrúpulos de sus dirigentes, a quienes sólo parecen importarles la propaganda partidista, el pavoneo institucional y el saqueo del patrimonio público.
Hungría es un país fascinante. Sólo hay que seguir los pasos del nacionalista Petofi, el Premio Nobel Kertész, la novelista Szabó, los compositores Bartók y Liszt y los cineastas Mihály Kertész (Michael Curtiz) y Lugosi, el arquitecto del terror. El periodista Sándor Márai vivió expatriado en Estados Unidos. Con 89 años, solo y olvidado en su apartamento de San Diego, Márai tomó un revólver y se dio un tiro en la cabeza. Sus últimas anotaciones fueron: «Aguardo la señal, no tengo prisa pero tampoco lo dejo. Ha llegado la hora». Sus novelas y especialmente su autobiografía me apasionaron.
Un viajero casual juzgará a los húngaros como gente hermética, posiblemente por su sobrellevado pasado. El índice de suicidios en Hungría es elevado. La estadística de 2019 muestra que sólo Lituania y Letonia, con Eslovenia y Bélgica, rebasan a Hungría.
Mal sabor me dejó la lectura de Géza Csáth, un desconocido escritor y siquiatra que, a los 32 años, se suicidó con dosis masivas de Pantopon. Su vida se vio envuelta en el apacible delirio de los opiáceos y la onírica agitación de su trastornado subconsciente. Quien se atreva a leerle tiene que tener buenas tragaderas. Encontré a Csáth en la Biblioteca de Jávea. Con la lectura de su diario y sus relatos acabé por odiar a tan siniestro personaje. Un espécimen de la decrepitud humana. A partir de 1910 comenzó a inyectarse morfina. Internado en un hospital, se fugó para matar a su mujer, no sin antes hacerle firmar su voluntad de suicidarse ambos «por mutua decisión». Csáth intentó hacer lo mismo cortándose las venas, sin éxito. Lo consiguió poco después. Fue su único acto decente.
En Hungría nació una modesta y melancólica melodía, escasamente divulgada, compuesta por Rezso Seress a finales de 1932, en plena Gran Depresión. El poeta László Jávor le añadió la letra. El tema central era el amor fracasado. Cuando Billie Holiday la incorporó a su repertorio como 'Gloomy Sunday' (Domingo sombrío), la canción ya se había convertido en leyenda. Por interés comercial, se advertía a los oyentes que la evitaran o se exponían al suicidio. La BBC se negó durante años a emitirla.
Billie Holiday fue víctima de su adicción a los narcóticos. Ese tipo de adicción en la que incurrieron muchos personajes de la época romántica y de la bohemia europea, incluyendo a la húngara, convencidos de que el alcohol y los opiáceos impulsaban la creatividad y el arte. Johnny Depp, en la película 'Desde el infierno', muestra el ritual que consiste en empapar en una cucharilla sobre la copa un terrón de azúcar con unas gotas de láudano (el divino néctar de la adormidera, el ababol de Los Monegros) y un chorrito de absenta (el hada verde, la musa de los poetas y los artistas). El enigmático pintor László Mdnyánszky plasmó en un lienzo la imagen de un taciturno bebedor de absenta. Citaré a otro mítico personaje de esta tierra, Erzébet Báthory, llamada 'la princesa sangrienta', que buscó la eterna juventud en su bañera de sangre de doncellas. Arte, leyenda y decadencia en la vieja Hungría.
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