El milagro del cine D'Or. De esa certera forma titulaba Carmen Velasco el pasado domingo en LAS PROVINCIAS su reportaje sobre la asombrosa supervivencia ... de la única sala de España con sesión doble y programas de alta exigencia cinéfila. «La sala, una rara avis cultural, sobrevive a riadas, cambios políticos, crisis económicas y pandemias», subtitulaba Carmen.
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Miguel Tejedor dice en 'El libro de los cines de Valencia. 1896-2014' (Carena): «Con las primeras crisis de los cines de barrio, el D'Or se acopló y transformó para ofrecer estrenos en franca competencia con los cines más próximos, ofreciendo títulos solventes, pero que otros empresarios descartaban. No en vano Enrique Fayos (padre) es el precursor en Valencia del Día del Espectador, toda una revolución comercial aún vigente en todos los cines de la ciudad».
En mi niñez y primera juventud viví en el barrio de Ruzafa y fui un habitual espectador del D'Or, inaugurado en 1952. El D'Or, el Avenida, el Goya, el Gran Vía, el Tyris... Esos cines tienen para mí una fuerte carga autobiográfica. A menudo iba con mis padres al Avenida. Allí vi 'Guardias y ladrones' (Steno, Monicelli, 1951). Disfruté mucho con el gran Totó. En el Avenida vi también 'Bienvenido, Mister Marshall' (Berlanga, 1953). Cuando años después ese mismo cine programó '¡Aquí hay petróleo!' (Rafael J. Salvia, 1956), con Manolo Morán, fui a verla creyendo que estaría a la altura de 'Bienvenido...'. Gran decepción.
En el Goya vi seis veces 'La dama y el vagabundo' (1955). Amo a los perros desde mi infancia. El portero del cine, que a la fuerza ya me conocía, me dejó entrar gratis las dos últimas veces.
El día que nevó en Valencia (11 de enero de 1960), antes de ser el título de un libro de Rafael Chirbes, fue una excitante realidad. Se suspendieron las clases y mi padre me dio 5 pesetas para que viese un programa doble, con el compromiso por mi parte de escribir luego la crítica, para lectura familiar, de las dos películas. Elegí el Gran Vía (3 pesetas la general), que programaba 'La bella de Moscú' (Rouben Mamoulian, 1957) y 'Al este del Edén' (Elia Kazan, 1955). No creo que haya habido en el mundo un programa doble mejor que ese. Con similar calidad, el D'Or puede haberlos hecho. Mejor no.
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Mi experiencia en el Tyris tuvo imprevistas derivaciones políticas. En febrero de 1981 vi allí lo último de Stanley Kubrick, 'El resplandor' (1980), magnífica película de terror. Poco después me aguardaba un terror real: nada más salir del cine me enteré de que el general Jaime Milans del Bosch había sacado los tanques a la calle en Valencia. Mucha gente corría a esconderse en sus casas. La intentona golpista por fortuna no prosperó.
Descarto ahora la patética asonada de Milans del Bosch y me centro en el Tyris y las palabras que le dedica Tejedor: «Tres fueron los cines que salieron del talento del prestigioso arquitecto valenciano Joaquín Rieta Sister: Capitol, Tyris y Valencia Cinema (...) El Tyris distaba de ser un cine de barrio al uso. Su elegante distinción se la proporcionaban los magníficos detalles de estilo Art Decó de sus paredes, sus luminarias y otros elementos decorativos en una amplia sala con forma de un gran barco».
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En el siglo XXI, los cines son un bien cultural en serio peligro de extinción. La revolución tecnológica, las plataformas streaming y la pandemia quieren acabar con ellos. ¡Larga vida al D'Or!
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