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La aspiradora catalana

BELVEDERE ·

Pablo Salazar

Valencia

Martes, 9 de marzo 2021, 07:24

No parece muy preocupado el presidente Puig ni toda su amplia cohorte de palmeros en las redes ante la posibilidad de que la primera fábrica de baterías para vehículos eléctricos se levante en Cataluña y no en Valencia. No sé si es que están confiados y piensan que habrá negocio para todos -aquí y allá- o más bien es que han caído en un estado de resignación y aceptación de lo inevitable. Pero no quiero ni imaginar la que se habría organizado si el rival se hubiera situado en el centro de la península, en esa insolidaria y acaparadora región llamada Madrid que encima, por si fuera poco, ¡está gobernada por el PP! Es lo mismo que ocurre cuando pienso en el Puerto de Valencia, en su ampliación Norte, y en los obstáculos que un partido de otra comunidad -Esquerra Republicana de Catalunya- está poniendo en sede parlamentaria para que no salga adelante y se bloquee por los efectos que provocaría en las corrientes marinas y el las playas del Sur de la ciudad. Lo cual, a su vez, podría traer como consecuencia el que la naviera MSC decidiera marcharse con sus barcos y contenedores a un rival del Grao en la costa mediterránea como es Barcelona. Una interferencia que en el tripartito gobernante -más toda su amplia red de estómagos agradecidos y bien pagados- no genera el menor malestar, situación que sería bien diferente si, pongamos por caso, el PP o no digamos ya Vox reclamaran en Madrid la paralización de las obras del corredor mediterráneo. Pero claro, igual va a ser porque ERC sigue siendo un socio tan indeseable como imprescindible para la gobernabilidad del Estado, de ese Estado que los republicanos luchan a brazo partido y sin descanso por derruir.

«La aspìradora que lo absorbe todo» clamaba Puig contra Madrid por el «efecto capitalidad». ¿Nada que decir de la aspiradora catalana? No hace falta que recordemos todo lo que el vecino del Norte ha ido obteniendo de diferentes regímenes, es suficiente con recordar el alto precio pagado para conseguir el apoyo de la CiU de Pujol, sin cuyos votos tanto el PSOE como el PP no podían mantenerse en el poder. Ya no es CiU el socio imprescindible, es ERC el que sostiene a Pedro Sánchez en la Moncloa y el que impone sus condiciones. Pero en Valencia, en el Palau, la obsesión sigue siendo Madrid, Ayuso, la capitalidad, el esquema radial de las comunicaciones, mientras Barcelona no genera inquietud. ¿Tendrá acaso que ver con que muchos de los dirigentes del tripartito sigan acudiendo a beber de la fuente fusteriana, esa que les lleva a hablar de «la nostra llengua» para referirse a un valenciano que para ellos es catalán y a arrinconar como «lengua impuesta» el castellano?

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