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Un atardecer en Elca

En el Diccionario de los lugares míticos de la literatura Oliva tiene una entrada maravillosa

MIQUEL NADAL

Martes, 17 de noviembre 2020, 01:02

Fue justamente el 14 de noviembre de hace tres años. Esos momentos se han de datar y lo consigue Funes el memorioso, Vicent Morera. Subimos al coche de Alejandro Cardona, y con Paco Devesa, una tarde fuimos a la casa de Francisco Brines en la partida de l'Elca. Elca lo es todo para Brines. Sus límites van más allá de la evocación de una casa, una finca o una antigua partida rural. Elca es Brines. Uno pronuncia esa palabra en Oliva y lo está diciendo todo. Un salvoconducto orgulloso que se exhibe dejándolo caer en cualquier conversación, en Madrid, en León o en Sevilla, en caso de necesidad: el pueblo de Francisco Brines. En el Diccionario de los lugares míticos de la literatura Oliva tiene una entrada maravillosa. Brines y Elca en hermosa confusión. Materia de versos y complicidades que solo se entienden cuando uno ha entrado en esa casa. Un escenario secreto de esos que solo Oliva esconde, y que no hay que publicitar demasiado porque justifican una belleza intacta que no es únicamente paisaje. Es educación, respeto y agradecimiento, trabajo y esfuerzos antiguos, rumor del agua, naranjos, luces furtivas al acabar el día con la silueta de las buganvillas perfilando el horizonte. Si Ignacio Peyró dice que el otoño es la estación que sirve para retratar las ciudades, Oliva es l'Elca en un atardecer inquieto, haciendo trampa a un otoño inexistente. La vida te regala momentos inesperados, y uno puede decir que escuchó un día a Francisco Brines hablando de Stravinsky en México, de las pinturas de Carmen Calvo, de las Variaciones Goldberg de Bach que estaban encima de la mesa, y hasta de sus crónicas de fútbol, y su afición por el Valencia. Construyendo la conversación con párrafos que podrían ir directamente a la imprenta. De escritores, futbol y toros. De novelas rusas, de Max Aub, de Joan Fuster, de la Liga de la temporada 1970-1971, de victorias frente al Real Madrid, de Manuel Vicent, de los Novísimos, de la técnica futbolística de Daniel Solsona, de Carlos Marzal y Vicente Gallego. Cuando cito Marzal se da cuenta de que tengo alguna lectura. Salimos ya en la oscuridad, con el preciado regalo de la memoria de una tarde de noviembre cuando pudimos escuchar a Brines describir veranos antiguos, atardeceres hermosos, las luces lejanas y tan próximas de Oliva.

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