Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

Las causas del drama que sufre Sri Lanka deberían ser analizadas con atención por todo el mundo, especialmente en la Unión Europea, cuya clase dirigente ... sigue empeñada en imponer restricciones ecologistas en el sector agrario, lo que, al igual que ha ocurrido en el país asiático, puede derivar en una grave caída de la producción de alimentos.

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La población de Sri Lanka salió en masa a la calle el pasado sábado para mostrar su desesperación y miles de manifestantes tomaron al asalto los palacios del presidente y del primer ministro. El primero huyó apresuradamente del país y el segundo tuvo que refugiarse en algún lugar remoto tras presentar su renuncia al cargo.

Las imágenes de decenas de bañistas espontáneos en la piscina presidencial son bien elocuentes de la fuerza popular desatada, ante cuya marea tuvo que rendirse la policía, pues sólo cabía el recurso de empezar a disparar contra la multitud. Las iras fueron subiendo de tono y de razón durante el último año ante la extrema escasez de todo, incluida la comida básica.

Pero ¿cómo se ha llegado a tal punto? Una gravísima crisis económica, por supuesto, que ha derivado en hecatombe, sin capacidad económica para producir o importar lo más necesario para la población, que ha terminado diciendo basta.

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Una espiral de pésimas decisiones políticas ha desembocado en que no haya en la isla ni arroz. Por supuesto no tienen gasolina, ni medicinas, ni dinero para traer nada de fuera. El país agotó además la posibilidad de pedir crédito exterior, tras incumplir reiteradamente compromisos de devolución de préstamos anteriores, incluidos los de China, principal acreedora.

Sri Lanka vivía en los últimos años una situación de crisis más o menos soportable, como casi todos los países, pero sin especiales sobresaltos. Sin embargo, en abril del año pasado se produjo una decisión disparatada que ha derivado en catástrofe. El Gobierno aplicó por decreto su propuesta electoral de convertir toda la agricultura de la isla en ecológica. Para ello prohibió la importación de plaguicidas y fertilizantes químicos. En pocos meses comenzó a verse el principio del problema con serios descensos de cosechas. De ser autosuficiente en arroz, Sri Lanka pasó a tener que importarlo, al tiempo que dejó de exportar té, su principal fuente de divisas. Cuando empezaron a darse cuenta del fracaso de la utopía, ya era tarde; todo empezó a salir mal y las cadenas productivas estaban seriamente alteradas. El resultado ha sido desastroso y convendría que lo estudiaran al detalle quienes albergan por estos lares aspiraciones similares. Y si creen que en nuestro caso todo sería diferente, que empiecen por enseñar con su propio ejemplo directo. Por si acaso.

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