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Y tras la tormenta, la calma. Y tras la derrota contra Marruecos, la avalancha de memes sacudiendo las redes sociales, los guasaps del personal, la ... rebotica cibernética a la cual se recurre cuando vienen nefastas y sólo el humor más corrosivo permite aliviar el escozor del fracaso. Con los memes sorprende la imaginación de sus creadores, sean algoritmos o personas ingeniosas con tiempo libre y, sobre todo, la rapidez de su irrupción. Finalizó el partido de los penaltis errados y resultaba imposible no soltar alguna carcajada con ciertos montajes protagonizados por los que mandan y mostraron generosidad total con nuestros vecinos del sur a costa del Sahara.
El meme, pues, representa en ocasiones el refugio del perdedor, la covacha donde lamerse las heridas a base de risas, el casoplón del todo vale con tal de levantarse y seguir en la pelea de cada día, el esperpento vitaminado que nos inyecta cierta alegría. Algunos memes tienen un no sé qué de espabilado Lazarillo de Tormes y un punto de hidalgo que finge buena cara ante la adversidad. Nos dicen, con bastante razón, que la sociedad está polarizada (horrible palabro) y andamos siempre con la navaja desenfundada y presta para acuchillar al adversario, pero el meme, aunque a veces supere la frontera de la faltada decentilla para pisar la orilla de lo abyecto, demuestra que sólo el humor, fino, grueso o mediopensionista, nos une en la desgracia colectiva. Si un país es capaz de reírse de sí mismo y, desde luego (y aquel fallamos), a costa de los que cristalizan el descalabro, todavía segrega una energía que convendría utilizar para mayores empresas. Pero indica, en cualquier caso, que el percal no está tan fastiado y que por eso nos mantenemos en pie. Tras la tormenta, la calma. Y al mal tiempo, buena cara. Qué remedio. Los memes, en fin, suavizaron el drama futbolero.
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