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El azúcar del zumo de naranja

CAMPO A TRAVÉS ·

Vicente Lladró

Valencia

Lunes, 23 de noviembre 2020, 07:42

Hay personas que exprimen unas naranjas y como notan algo ácido el zumo le añaden azúcar. Si lo pides en un bar o cafetería también es fácil que se aporte un sobrecito de azúcar, como con el café, por si es del gusto del cliente. Hay clientes que casi siempre notan ácidas las naranjas, que por algo llamamos genéricamente agrios, o cítricos, como también hay quien se zampa un zumo de limón a palo seco y se queda tan chulo.

No obstante, el zumo de naranja procesado, o el de mandarina, el que podemos comprar envasado en cualquier tienda, o que nos sirve un camarero de una botella o tetrabrick, no lleva azúcar añadido; lo prohíbe la ley; si está más o menos dulce es por el azúcar natural de la fruta que se exprimió en la industria de turno. Nada más.

Los azúcares de las frutas son combinaciones en distinta proporción de fructosa, glucosa y sacarosa. El azúcar que empleamos en casa o en el bar es sacarosa, normalmente obtenido de la remolacha, o en menor medida también de la caña de azúcar.

El azúcar añadido está en estos momentos demonizado por la Administración pública en casi todos los países, casi tanto como las grasas, por lo que se están estableciendo medidas para intentar que la población no consuma sacarosa en exceso, porque engorda, dicen, y es origen de varias enfermedades.

La medida más extendida es la de tipo fiscal: se suben impuestos para que el producto se encarezca y así se desincentive el consumo. Como se hace con las bebidas alcohólicas o con el tabaco. No se prohíben, pero se encarecen. Y tampoco se hace por recaudar, dicen.

En consecuencia, las compañías de bebidas con azúcar añadido sacan nuevos productos con nuevas apariencias para andar en consonancia, congraciarse y no perder mercado.

El Gobierno va a subir el IVA de las bebidas a las que se añade azúcar y ha incluido en el lote a los zumos, que no tienen azúcar añadido. Pero las pocas iniciativas de la oposición se centran en defender al sector del azúcar en general. No se diferencia una cosa de otra. Así que el peligro está en que, al final, como se quedará lo del recargo al azúcar, porque es lo mandado, no se repare en la injusticia de incluir a quien es más o menos dulce por su natural, sin mayor pecado y con muchas virtudes.

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