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El relato oficial, el que trata de imponer el pensamiento único de lo políticamente correcto, nos intenta hacer ver que en España hay un peligro para la estabilidad del sistema democrático que se llama extrema derecha y que se identifica no sólo con Vox sino también con aquellas fuerzas que en algún momento pactan con el partido liderado por Santiago Abascal. Al otro lado del espectro político, en la izquierda, nadie osa calificar como «de extrema izquierda» a grupos que se sitúan en posiciones claramente radicalizadas, que ponen en cuestión el orden constitucional, que rechazan todo el proceso de reforma conocido como transición y que aspiran a hacer saltar por los aires la economía de mercado para sustituirla por un régimen económico estatalizado. Siguiendo con ese relato oficial, los pactos a la izquierda son siempre «de progreso», un término que ya indica que son positivos para la sociedad. Y da lo mismo que en las alianzas participen partidos nacionalistas cuyo ideario está basado en la defensa a ultranza de privilegios, ni siquiera que en algunas ocasiones se recurra al apoyo de formaciones secesionistas y que no han escondido su respaldo a la violencia como forma de lograr sus objetivos. Porque el fin superior -que gobiernen ellos- está por encima de estos 'detalles'. Así que a nadie puede extrañar lo que estuvo a punto de suceder en Badalona, la cuarta ciudad de Cataluña. El PSC -uno de los mayores responsables de la deriva soberanista por los años en que gobernó y ayudó a construir el proyecto de nación- estaba dispuesto a pactar con Guanyem, una amalgama entre los radicales de la CUP y la marca local podemista, es decir, un cóctel entre anticapitalistas, comunistas e independentistas. Esos eran los compañeros de viaje con los que iban a embarcarse los socialistas catalanes con tal de conservar el poder (el anterior alcalde dimitió tras ser pillado fuera del confinamiento, borracho y, encima, enfrentándose a los policías de Barcelona que lo pararon). Su objetivo era no sólo mantenerse en la Alcaldía sino obstaculizar el paso a García-Albiol, el candidato más votado en las elecciones locales y que finalmente fue elegido alcalde cuando los socios del PSC no aceptaron repartirse el cargo durante año y medio cada uno. Por si había alguna duda (que para las personas informadas y con criterio no puede haberla) ahí está la prueba definitiva: la izquierda pactando entre sí, los supuestos moderados con los radicales más descarados, que no se esconden, que presumen incluso de su marginalidad. Y luego se permitirán dar lecciones sobre los peligros para la democracia y la estabilidad de las instituciones.
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