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La baja de Calvo

ARSÉNICO POR DIVERSIÓN ·

María José Pou

Valencia

Viernes, 8 de mayo 2020, 07:35

Estoy padeciendo por Carmen Calvo. Desde que la vi en el Congreso 'arrupideta' bajo la manta, con ese color cetrino que da canguelo y con cierto aire de derrotada incompatible con el entusiasmo político, la llevo en medio del alma. No solo por su estado de salud sino, sobre todo, porque estando mala malísima, tenga que ir a trabajar solo para que Pablo Iglesias no le quite el sitio. No sé si hay sindicato de ministros, pero desde luego debería plantear, sin dilación, el abuso del empleador hacia alguien en sus circunstancias. Aunque el empleador sea el presidente del Gobierno y éste no se ande con remilgos para imponer su criterio.

Viéndola en su escaño, solo cabe preguntarse si los miembros del gobierno no tienen derecho a baja y a convalecencia. El mismo que debería haber tenido Iglesias para pasar en casa la cuarentena y se saltó, alegando que su trabajo era fundamental. Como si no lo fueran los demás. Al contrario, para la mayoría de empleadores cualquier puesto, por precario y limitado que sea, es más esencial que el de uno de los vicepresidentes del gobierno. Que se lo digan, si no, a la mayoría de trabajadoras que han pedido horas libres para el pediatra o trabajadores, baja por paternidad. Pobres vicepresidentes que ni malos pueden ponerse. Y eso que son cuatro. Qué mala vida da España a sus vices.

El Gobierno está tan unido y la ligazón entre los socios es tan fuerte que tienen que andar vigilándose y divirtiéndose con el juego de las sillas por miedo a que se termine la música y a una le quiten su prelación. Es cierto que Calviño y Ribera andan más despreocupadas porque en el fondo actúan de ministras, por muy vicepresidentas que sean. En cambio, la guerra está entre la Casa Calvo y la Casa Iglesias. Los dos han pasado por el COVID-19, si bien Calvo ha sufrido la propia enfermedad mientras que Iglesias solo ha estado preventivamente aislado por contagio de su señora ministra. Salvo que la faringitis que le conocimos cuando aún vivíamos en la ignorancia fuera una aparición tímida del virus que no hayan terminado de confirmarnos.

En cualquier caso, los ejemplos que deja este gobierno sobre el confinamiento son asombrosamente moralizantes. Nos piden quedarnos en casa y salen como si nada. Nos piden medidas de precaución y los vemos sin mascarilla. Nos piden ser muy cuidadosos si tenemos síntomas y ellos -pudiendo teletrabajar- no dejan de acudir aunque sea dejándose el resuello y el alma. No, Calvo debía haberse quedado en casa. Con mantita y reposo. Un poder tramposete y falaz no merece tal sacrificio.

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