Secciones
Servicios
Destacamos
Las noticias de que buques rompehielos y submarinos de las grandes potencias mundiales están abriendo nuevas rutas a través del Ártico ha desatado la lógica preocupación en todas partes, pues estamos ante los definitivos embates para colonizar los últimos espacios del planeta que se mantenían vírgenes ante la desatada presión humana.
Inquieta sobre todo saber que casi no quedan ya rincones verdaderamente libres, como quien dice; que las mejores intenciones de preservación de los prístinos valores naturales, que se expresan en las grandes convocatorias de las organizaciones internacionales, se van quedando después en poca cosa y se diluyen, y que a mayor actividad de lo que sea, más contaminación; ambas cosas van unidas. Sin embargo no vemos que los numerosos lamentos ciudadanos que se elevan frente a estas cosas vayan acompañados de renuncias.
Lo que hacen los buques y submarinos rusos, chinos, norteamericanos o del país que sean, rompiendo hielos o viajando debajo de las capas heladas, no es más que abrir nuevas rutas de transporte por razones comerciales o de explotación de materiales escasos y apreciados por nosotros mismos, todos nosotros, los que compramos y usamos de todo y exigimos garantías y rapidez de suministro, diversidad e innovación de productos y a precios competitivos.
En realidad no es más que la versión moderna y definitiva de lo que ya intentaron algunos en el siglo XVIII: abrir el paso del Noroeste para acortar trayectos. Dos siglos y medio después de los intentos de gente como Cook o Malaspina, parece que es posible acortar distancias por el Ártico, lo que puede evitar sobrecostes, retrasos y colapsos en Suez y de Panamá y, seguramente, se aprovecharán nuevos yacimientos de materiales que la civilización actual demanda.
Es muy posible que la apertura de estas rutas sea la antesala de nuevos desaguisados monumentales. Quienes anticipan grandes desastres no están desencaminados. Cook y Malaspina iban a vela y por entonces la población mundial no llegaba a los mil millones de personas; hoy somos casi ocho mil millones y casi todos con un móvil en la mano que hay que cambiar cada poco y exige, para su fabricación, metales y 'tierras raras' que hay que buscar en lugares remotos y raros.
Es verdad, no nos gusta lo que viene, pero tampoco se ve por dónde cortar. Queda bien ir repitiendo que es urgente tomar conciencia del problema, pero la dimensión nos separa de lo eficaz. ¿O qué podemos hacer? Bueno, no cogeremos este fin de semana el submarino atómico ni el rompehielos, y menos para hollar el Ártico.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.