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Va de barrios. Para una parte de la izquierda, la guerra política se ha trasladado a los barrios. Ellos simbolizan, más que otros aspectos, la actual lucha de clases. Se extendió el argumento cuando las protestas contra el confinamiento en Madrid hicieron popular la calle Núñez de Balboa como 'zona cero' de 'los Cayetanos'. Desde entonces, algunos han explotado la imagen como si una viñeta de Mingote se tratara, con sus señoronas envueltas en pieles y perlas. El problema es que ha pasado más de medio siglo de esa estampa y no deja de ser un mero cliché.
Ahora, dice Pablo Iglesias que no debería ser el barrio de Salamanca el que decidiera las políticas madrileñas e insiste Íñigo Errejón con Salamanca, Chamartín o el Pardo. Quizás prefieren que lo sea Galapagar, barriada industrial donde las haya.
El empeño en catalogar a la gente según su poder adquisitivo y no sus ideas hace que, llegado el día, el voto obrero a Vox rompa todos los esquemas. Ha sucedido en España pero también en otros países y es posible que lo veamos el día 4 de mayo. La visita de Abascal a Vallecas no fue solo una provocación, que también. Fue, además, un intento por captar ese voto ajeno a la derecha, pero desencantado con la izquierda. Un voto que se siente utilizado por una casta que no admite serlo. Frente a ellos, hay otros que prometen pelear por lo propio sin contemporizar con lo políticamente correcto y sin acomplejarse por su posición.
La traición de la clase obrera no está en olvidar sus principios sino en evidenciar que el sueño de ser burgués es lo que queda después de la lucha. Es lo que representa mejor que nadie Pablo Iglesias y sus modales de la 'casta' a la que censura. Lo acabamos de ver con el asunto de la paga para los exministros. Iglesias no solo la reclama para sí -y para su señora, cuando deje el puesto, hay que recordarlo- sino que reprocha que cuestionen su coherencia alegando que Podemos también merece el mismo privilegio. «Estaría bueno», dijo cuando se le preguntó. Sin duda, los exministros de Podemos no tienen por qué ser tratados de un modo distinto a los demás, pero no es el sistema quien lo niega, sino el propio Iglesias cuando no podía ni imaginar que algún día tendría derecho a cobrarla. El problema de los próximos a Iglesias es que no son obreros aunque se erijan en sus portavoces. Son profesores universitarios que prepararon la toma del 15-M para acceder al poder, y a sus subvenciones, y no les ha ido mal. En ese contexto quien de verdad pasa sueño en el metro, como decía Errejón, no distingue entre moquetas
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