
La benemérita mujer del guardia civil
JOSÉ F. BALLESTER-OLMOS Y | ANGUÍS PROFESOR DE UNIVERSIDAD
Lunes, 3 de mayo 2021, 07:30
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JOSÉ F. BALLESTER-OLMOS Y | ANGUÍS PROFESOR DE UNIVERSIDAD
Lunes, 3 de mayo 2021, 07:30
Hoy es un día enmarcado por dos efemérides históricas para la Guardia Civil. Hace unas fechas, el 28 de marzo, se cumplieron ciento setenta y siete años de la creación oficial del Instituto, y próximamente, el 13 de mayo, hará los mismos años de la firma de su decreto fundacional por Isabel II.
Comienzo por proclamar mi especial cariño y admiración a las parejas, hijos y familiares de las mujeres guardias civiles, de quienes se puede decir otro tanto de lo que vais a leer en los siguientes párrafos. Permítaseme hoy que, en el recuerdo de Carmen Anguís Martínez, mi abuela, esposa de guardia civil, dedique estas líneas a las mujeres de los guardias.
Mujeres entregadas en cuerpo y alma a la Guardia Civil. No tienen empleos en la Institución, no llevan divisas, no obtienen condecoraciones, pero son mujeres hechas de ternura y bronce que también sirven a su Patria con total abnegación.
Mujeres de una pieza, de cuerpo entero. Son anónimas pero forman parte de la misma alma de su compañero guardia civil, van allá donde a él le mandan y le siguen donde la Patria les requiere, capaces de pasar toda una vida siguiendo el itinerario que el carisma militar del Instituto impone o propone a sus esposos, y dispuestas a mudarse de casa y ciudad cuando se les requiere; y cuando el guardia civil va en misión a lugares extranjeros de conflicto lo esperan con un temor que vencen con la valentía y la seguridad que sus hijos necesitan percibir en ellas.
Muchas de ellas se han formado académicamente, tienen una profesión y han de afrontar una conciliación que en muchas ocasiones es un imposible. Son mujeres capaces de soportar largas separaciones, partos llenos de soledad y se llenan de orgullo con cada ascenso o distinción del guardia civil que es su compañero.
Sí, mujeres de temple firme y llenas de ternura maternal, hechas en la espera, en la paciencia, y siempre al lado de ese hombre en cuyo horario muchas veces se confunden el amanecer y la anochecida.
Son mujeres que saben que desde 1989 la Guardia Civil ha participado en 51 misiones u operaciones en el exterior, a las que ha aportado más de 4.500 agentes, la mayoría bajo los auspicios de Naciones Unidas y de la Unión Europea, y ocho guardias civiles han muerto desde 1987 en algunos de los escenarios de misión en países extranjeros.
Esa situación se puede plantear al marido de alguna de ellas, porque en la actualidad efectivos de la Guardia Civil están integrados en 14 misiones de paz con un total de 124 agentes pertenecientes a diferentes empleos y escalas. Estas misiones, dado el carácter militar de la Guardia Civil, pueden consistir en la realización de labores propias de policía civil, o bien en apoyo de las Fuerzas Armadas españolas, como parte de los contingentes militares internacionales.
Actualmente en Haití se encuentran desplegados 22 agentes de la Guardia Civil, en Bosnia-Herzegovina 40, en Kosovo 13, en Afganistán 21, otros 5 en Timor Oriental, en Gaza 2, en el Líbano 12, en la República Democrática del Congo 1 y en Guatemala 6, todos ellos en misiones de diferentes organismos internacionales.
Y llega la misión en territorio caliente. Largas y duras temporadas solas, unas veces con comunicación y otras sin noticia alguna por motivos del servicio, durante interminables días en los que les asaltan dudas y temores que se palían cuando aparece al otro lado del teléfono la voz serena de su marido.
La bravura, coraje y lealtad de un guardia civil a España se acrisolan en zona hostil, donde su alma debe deglutir momentos de soledad y desánimo en los que acude al recuerdo aterciopelado y salvador de su mujer, su incondicional.
En la formación antes de subir al avión que los llevara al terreno donde se sufre, se sangra y se muere, los vemos con actitud firme y bizarra, con mirada en la que se percibe la promesa de lealtad y servicio a España que sus mujeres asumieron a la vez que descubrían que en un guardia civil el amor a la familia comienza con el amor a la Patria. Los he visto despedirse al pie del avión militar con entusiasmo y entereza: «No te preocupes, todo va a ir bien» y alguno de ellos muy pronto envió un correo electrónico diciendo lo que un compañero escribió en una carta: «Si llegaran dándote una mala noticia, no lo dudes nunca: escarbaré la tierra donde muera, para hacer una cueva y allí te esperaré con un ramo de flores frescas, para decirte ¡Gracias!».
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