Benissa, su gran día

¿Habrá que creer en los ángeles...?, ¿en los magos...? A lo largo de los volúmenes dedicados al santoral intervienen con frecuencia seres extraños, generalmente dos, que se encierran en una habitación, se marchan sin decir una palabra, pero dejan la talla de una Virgen, un Cristo o un santo al que en el pueblo le tienen gran devoción. En Benissa, el obsequio fue una deliciosa pintura, copia de la Purísima de Juan de Juanes. María figura con su manto azul y rodeada por los símbolos que aluden a sus cualidades: bella como el sol, la luna y las estrellas, necesaria como el agua fresca del pozo, protectora como el árbol que da sombra.

La tabla fue guardada por la mesonera en el mueble donde la dejaron, esperando que volvieran a por ella, pero la espera fue en vano; la Purissimeta aparecía sobre el arcón. El hecho se repitió varios días y fue entregada al cura párroco, considerando que parecía milagroso. Y así se confirmó ante una grave sequía en la que el pueblo decidió que se sacara en procesión. La lluvia no se hizo esperar. Llovió cuarenta días y volvieron a buscar a la Purissimeta para rogar que querían el arco iris y el sol.

Bella y muy amada, Benissa le rinde fiestas durante diez días.