El libro 'Angustia informativa' forma, desde hace muchos años, parte de mi biblioteca. Me lo recomendó Mario Tascón, un gran comunicador y pionero de la ... transformación digital en el periodismo. Tascón vino a Valencia en 1999 para participar en las primeras Jornadas de Periodismo digital que organizamos, mano a mano, María José Pou y yo, en el Palacio de Colomina. Un hito por la novedad, pero, en cuanto a asistencia, un fracaso total; es lo que tiene ser pionero. Tres años después, Tascón destacaba, de nuevo en Valencia, la importancia de la automatización -lo que ahora llamamos robotización-, con lleno hasta la bandera. Por aquel entonces, los estudiantes, mercenarios ellos, se apuntaban a todo y acudían en masa, a cambio de créditos, a conferencias sobre el comportamiento de las abejas apis nigrocincta o la economía de las culturas precolombinas.
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Tardé en comprar el libro de Wurman, un curioso manual sobre cómo organizar la información y, sobre todo, comunicar, con claridad, ideas e instrucciones. Wurman, arquitecto de formación, escribía la primera edición en 1989. Preocupado por las consecuencias de la explosión de información que llegaba de la mano de Internet y los computadores, planteaba la necesidad de comunicar mejor para evitar la «angustia informativa». Es posible que se haya sentido ignorante al leer un prospecto o instrucciones médicas, de electrodomésticos o de montaje. De hecho, muchos textos y condiciones de uso los firmamos sin leerlos. Expresiones muy corrientes en la cocina como «añada una pizca de sal», «cocine hasta que esté listo» o «harina, la que admita», son encantadoras pero bastante oscuras; «tonterías», dice Wurman, «disfrazadas de información».
Para sentirte bien en la sociedad de la información es necesario poder encontrar la información que necesitas con facilidad, corregir o retroceder y salir con seguridad de una transacción. Ser capaz de empezar y completar un trámite, con un proceso claro y bien diseñado y con mecanismos de ayuda eficaces, online y offline. Te hacen creer que todo es sencillo: es el truco de los «ensamblajes mínimos». Sin embargo, cuando lo intentas, es imposible salir airoso y muchas personas se sienten inseguras. Salir de la angustia implica ser parte de los procesos y hasta del diseño de las oficinas, muchas veces en manos de gestores que dictan instrucciones y soluciones inaplicables; señalizar siempre que sea necesario y con claridad. La angustia informativa impacta en el bienestar, en el consumo y en la ciudadanía y se combate con educación, comunicación y buenas estrategias de transformación digital.
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