Se reunió la pomada bajo el paraguas de LP y flotaba sensación de «hey, vamos allá porque es probable que Feijóo sea el próximo presidente ... de España». Además, la curiosidad por verlo funcionar en la distancia corta resultaba demasiado tentadora como para escaquearse. Feijóo se lo montó de Feijóo; esto es, arrancó con un toque de retranca gallega y luego se instaló en la moderación, en esa sensatez sosa pero eficaz, en ese terruño brumoso que no promete grandes inventos porque está todo inventado y acaso la gente, ay la gente, esté harta de aventuras. Se asume que, sin arracimar bajo tus siglas a los centristas despistados, la victoria jamás cae de tu lado. Feijóo mantiene un discurso estructurado como de alumno aplicado. No destaca, pero sabes que con él tampoco te vas a precipitar al vacío. No necesita ofrecer grandes titulares porque intuye que basta con esperar el avance de la putrefacción, y en esto se muestra un poco rajoyano. Apuesta por el «bilingüismo cordial», o sea lo que uno practica en los taxis hace lustros: si me hablan en valenciano le contesto en ese idioma, y si en español pues yo igual. Me fui más tranquilo a casa al concluir que soy bilingüista cordial. Ya te digo.
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