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No hay estudio científico que lo respalde pero entre los efectos que el coronavirus causa en el organismo bien podría encontrarse la afectación del área de Broca que regula la capacidad de expresión y el habla. Un mal con epicentro en la Carrera de San Jerónimo y en muchos de cuantos cruzan el umbral de la Cámara Baja. Tienen razón Adela Cortina, Joan Baldovi o Ana Oramas en denunciar la bochornosa escalada verbal en la que andan metidos quienes deberían buscar el consenso en lugar del enfrentamiento para sacarnos de esta.
En un país con 43.000 o 27.000 muertos según la fuente, 230.000 contagiados y una situación de emergencia económica, si algo no necesitamos es la impúdica exhibición de cuitas, vergüenzas y juegos de «quién la tiene más larga». Alguien deberá responder por el irrespirable ambiente en que vivimos y que divide cualquier opinión en progresista o en facha, sin más término medio ni razonamiento. De nuevo, una España dividida entre rojos y azules, jaleada peligrosamente con expresiones incendiarias. Ahí queda la irresponsable afirmación de todo un vicepresidente del Gobierno diciendo «les gustaría dar un golpe de Estado pero no se atreven» o la valentonería de «y al salir cierre la puerta». Hasta la ministra de Defensa se ha visto obligada a negar la posibilidad de una sublevación militar.
Llevamos tiempo con un léxico de bajo nivel, barriobajero y marrullero que mantiene activas las tropas aunque se incendien las calles y las redes. Mientras Abascal habla de «gobierno criminal» y Álvarez de Toledo ni se inmuta al llamar terrorista al padre de Iglesias, Sánchez alude a una «policía patriótica» ¿? y aplaude altanero la celebración del 8M, aunque su ministra de Igualdad reconozca con un «jo tía» lo peligrosa que fue la apuesta. Una palmadita en la espalda que también recibe el ministro-magistrado mutado ahora en cancerbero amateur lanzador de balones fuera; «yo no lo cesé... Fue el secretario de Estado». Ni asomo de disculpa ni reconocer los fallos. Se agradecería escuchar de nuevo lo de «me he equivocado. No volverá a ocurrir» diga quien lo diga y venga de donde venga. Sin ir más lejos, tras la reprimenda judicial Ribó y Fuset se lo podrían aplicar.
Mientras esperamos que los congresistas cumplan con su deber y su sueldo, confiaremos que no sigan haciendo suya la doctrina de Napoleón con aquello de «si el enemigo se equivoca, no lo distraigas». Y que tomen nota. Hasta él, quien fuera todopoderoso emperador de los franceses, terminó encarcelado y desterrado en una isla. Que de todo, la gente se cansa.
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