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Sr. García
LA BOLITA ESTABA EN EL 28-A

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Sala de máquinas ·

La convocatoria electoral es una palanca perfecta para enterrar una etapa de colaboración con el independentismo

Lunes, 18 de febrero 2019, 08:04

Fue hace ocho meses. El pasado 2 de junio este periódico arrancaba su portada con un enorme titular a toda página y en caja alta: EL PRESIDENTE FRÁGIL. Y explicaba: «Pedro Sánchez con apenas 84 escaños dirigirá un Gobierno dependiente de Podemos y los separatistas catalanes». La foto, inmensa, mostraba a un Sánchez apoyado al borde de la mesita de los taquígrafos del Congreso, rodeado de fotógrafos a metro y medio de distancia, como un jarroncito aparente que puede fragmentarse si la furia de los objetivos, los flashes o la calle se acerca demasiado y rebasa el margen de seguridad. El frágil jarrón se ha roto en cuanto los independentistas se han dejado una ventana abierta, la enmienda a la totalidad de los Presupuestos. Que Sánchez estaba en precario y se iba a caer resultaba claro para todos (porque todos los medios de comunicación pedían ya elecciones); la cuestión era cuándo sucedería. El inquilino de la Moncloa y el Falcón ha jugado al equívoco durante estos meses, por recomendación de su mago particular, el publicista Iván Redondo a quién colocó al frente de la Presidencia del Gobierno como si de un plató de televisión en directo se tratara, más atento a las audiencias y las cambiantes corrientes de opinión que a las obligaciones de la gobernanza.

Sánchez logró despistar a todo el mundo. Tras desdecirse del compromiso inicial de convocar elecciones inmediatas, lo fió todo a la culminación de la legislatura, 2020. Puso en marcha el relato mesianico sobre su capacidad de resistencia, del que ha sacado hasta un libro de inminente publicación; Sánchez como el superpresidente rocoso capaz de resistir todas las tempestades. Por eso, apenas doce horas antes de que hiciera público el adelanto electoral todavía había bastante confusión. En el grupo de whatsapp del Foro Arekuna, que reúne a cuarenta periodistas bien avenidos de distinta procedencia y condición, ganó el 28 de abril, pero bien lejos de la unanimidad. Uno de los miembros escribió con bastante sentido común: «la lógica del resistente es resistir, otoño». A lo que otro suscribió que, en efecto, la lógica del resistente es resistir, por lo que Sánchez se iría a otoño, pero sin embargo la lógica del ludópata (Iván Redondo) es apostar y las elecciones en ese caso serían en abril. ¿Habría apuesta? La incógnita doce horas antes seguía estando pues en si Sánchez se aferraría al mito del resistente que previamente le ha inculcado Iván Redondo o si este publicista al que Sánchez considera un mago de la política lograría convencer al ultrarresistente de que justo ahora podía repetirse el triple salto mortal de la moción de censura: convocar elecciones inmediatas, coger a todos los partidos con el paso cambiado y asegurarse otro mandato. Ganó el ludópata. Después de varios días moviendo los cubiletes de las fechas enseñaron la bolita: elecciones el 28 de abril.

La justificación exterior del adelanto está en que no se puede gobernar sin presupuestos o con los presupuestos prorrogados de Rajoy, con la misma desenvoltura que antes se dijo eso y lo contrario, que sí se podía gobernar con los presupuestos de Rajoy e incluso con los presupuestos prorrogados de Rajoy. La razón última no se halla en el fracaso de la negociación presupuestaria, sino en el desalineamiento definitivo del independentismo catalán respecto al líder sanchista. Y en sus consecuencias desastrosas. Los separatistas abandonan al gobierno una semana después de haberlo laminado; después de que Carmen Calvo aceptara la figura de un mediador y que se conociera que Sánchez guardaba en una carpeta los fatídicos 21 puntos de Torra. Justo la gasolina que acabó con el poder del PSOE en Andalucía. «Es evidente que necesitaban un cambio de discurso, romper con todo eso». Y la convocatoria electoral es una palanca perfecta para enterrar una etapa de colaboración con el independentismo y abrir otra de firmeza frente al soberanismo, bajo la legitimidad de haberlo intentado. Eso creen.

Supuestamente, en la cabeza del mago Redondo se apiñan ideas diversas que abren lo que los cursis llaman una ventana de oportunidad: (1) la necesidad de cortar abruptamente la crisis de la semana anterior, (2) poner una distancia sideral respecto al juicio televisado del procés, (3) el hundimiento sinfín de Podemos que puede devolver votos al PSOE gracias al desprestigio creciente de Pablo Iglesias, (4) el impulso de Vox que achica al Partido Popular y descoloca e incomoda a Albert Rivera, (5) la triple fragmentación del voto del centroderecha, (6) la movilización de la izquierda tras el aviso de la manifestación españolísima del domingo pasado, (7) la abstención de las bolsas de la derecha con una campaña electoral en plena Semana Santa, (8) la capitalización sanchista de las manifestaciones del 8 de marzo en favor de las mujeres y (9) el apoyo decidido de los barones socialistas que se ven aliviados por ir a las urnas detrás de Pedro Sánchez y no antes.

Todo esto, al parecer, es lo que habría venido susurrando Redondo al presidente del Gobierno, en exclusiva. El partido ha sido ajeno a la operación, los barones han sido ajenos a la operación, los ministros han sido ajenos a la operación. Sólo Redondo y Sánchez han estado en el secreto de la cosa hasta casi el final («no consulta nada con nadie y algunas de las decisiones que toma parecen apresuradas, cualquiera sabe qué fecha elegirá»). Todo el razonamiento se reduce a dos claves. Primera, que este momento favorece al PSOE y a Vox y perjudica a todos los demás partidos. Segunda, que lejos de la euforia con la que se augura una mayoría fácil de las tres derechas, el PSOE puede tener opciones claras de gobierno. Bien sumando con Podemos y PNV o (mejor aún) llegando a casi casi una mayoría con Ciudadanos. Ahí estaría el movimiento definitivo de Redondo. En olvidarse de los catalanes y olvidarse de Pablo Iglesias, desplazarse al centro y aferrarse allí con la otra fuerza centrista («este es capaz ahora de aprobar su propio 155»). Cerrar una mayoría de PSOE Y Ciudadanos quizá requiera de algún pequeño apoyo parlamentario añadido, quizá de la abstención del PP, sí del PP, de la misma manera que Rajoy solicitó y obtuvo la abstención del PSOE en 2015 con tal de alejar a podemitas y separatistas del poder. Rivera ahora negará la mayor, pero todo dependerá del resultado y de si puede elegir o no y de a cuántas alianzas da lugar cada alternativa. Porque las elecciones generales del 28-A se han convertido en realidad en una primera vuelta de las autonómicas y locales que vendrán justo después. Toda la política española -de los ayuntamientos al gobierno de la nación- acaba de fusionar sus destinos. La política como una gran apuesta, doble o nada, a lo Iván Redondo.

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