
EL BOLSO DE SORAYA NOS TRAJO HASTA AQUÍ
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Ximo Puig es el vencedor indudable de las elecciones autonómicas. Evidente como la ironía de que le debe el triunfo a Pedro Sánchez, el mismo al que treinta meses antes destituyó por las bravas como secretario general del PSOE, cuando los barones entendieron que estaba empujando al partido socialista hacia su autodestrucción. Fue un ajusticiamiento bastante 'gore', un sábado de mucha sangre y muchas vísceras en la sede de Ferraz, a lo Tarantino, pero también con toques de espanto lorquiano; familias y corrientes reunidas, miradas y tuits, celos y navajas, desplantes y arrebatos, y también venganza y perdón final. Porque Sánchez volvió a los pocos meses con unos pocos leales o desesperados como si fuera un bandolero que baja de la sierra, ganó la refriega a Puig y a los demás con la ayuda de Ábalos y cuatro partidarios más, y aguantó, hasta que Mariano Rajoy le hizo el favor de su vida, enrocándose hace un año en la moción de censura, en lugar de dimitir para bloquear el acceso del líder del PSOE a la Moncloa. Rajoy se fue de sobremesa güisquera aquella tarde de jueves en la que España se jugaba su futuro al todo o nada, de Rajoy sólo quedó en su escaño un espectro en forma de bolso. El bolso negro y grandote de Soraya, dos mil euracos de Loewe fotografiados para gloria del anecdotario simbólico del parlamentarismo español, porque ese bolso sirvió para elevar a categoría la ausencia del líder del PP y porque en último término nos ha traído hasta donde estamos ahora. Ante un ciclo largo de gobierno socialista. Todo ha resultado ser muy rápido. Sánchez tomó los mandos del aparato del poder y desde allí controló vientos y tiempos para desplegar las alas del proceso electoral en el momento más oportuno a sus intereses. 28 de abril; sorprendió a todos con el pie cambiado. Sánchez es un tío arrojao, otra vez se la jugó y otra vez ganó. Ximo Puig primero con canguelo y sin ganas y después estimulado por Manolo Mata, el consigliere componedor, se pegó a la rueda de Sánchez para mejorar sus opciones en las urnas; adelantó las elecciones autonómicas. Venía del peor resultado electoral de la historia del PSPV y ha subido tres puntos y cuatro escaños, un avance justito, pero más que suficiente para reforzarse, puesto que los adversarios internos y externos han ido a peor. Tampoco importa mucho, pero lo único que ha chirriado de la maniobra del President ha sido invocar la valencianía y la agenda propia de la Comunitat como excusa para anticipar los comicios; qué él quisiera creerse el argumento de que prestaba un servicio a la patria valenciana no deja de ser una superchería: la agenda local ha quedado totalmente invisibilizada por la campaña nacional.
Puig en definitiva está en deuda de gratitud con Pedro Sánchez por ganarle las elecciones autonómicas, éste a su vez es deudor de Rajoy que le abrió la puerta de la Moncloa, y por lo mismo el expresidente será indefinidamente deudor y moroso de los 11,2 millones de los españoles que acaban de apoyar sin provecho a los partidos de centroderecha. Por cierto, sólo cincuenta mil votos menos que los que le han dado la victoria a las izquierdas, en unos comicios que no han podido resultar más reñidos. Y más ejemplares, como debe ser, pero dicho queda con toda la intención. Nadie ha protestado, ni cuestionado, ni deslegitimado el triunfo indudable de las izquierdas, frente a lo tantas veces habitual cuando sucede lo contrario; recuérdese las manifestaciones callejeras recientes tras las elecciones andaluzas o las que hubo en 2016 cuando Rajoy obtuvo 137 diputados, más de los que ahora ha conseguido Sánchez, o las indignidades de algunas personalidades, como cuando Almodóvar informó a la prensa mundial en 2004 de que el PP estaba preparando un golpe de estado para mantenerse en el gobierno.
Tendremos Botànic II, la continuación. Mucho se habla de que no tendrá parecido con el precedente, pero eso habrá que comprobarlo. No se dan razones objetivas para pensar tal cosa. En lo fundamental, habrá más de lo mismo. Será diferente la negociación previa, más correosa, los apaños para repartirse las cuotas de poder y dar además entrada a Podemos. Vale. Compromís, que sale de los comicios en clave perdedora (baja dos puntos y dos escaños) se hará valer, por estrategia y por despecho. Todavía no se han dado cuenta de que han quedado retratados como los chicos malos del Botànic, los radicales o gestores aventureros e ineficientes, que el PSPV acaba corrigiendo, moderando y llevando al orden y al sentido común. Esto tampoco es que sea del todo verdad, pero es lo que parece. Compromís seguirá la misma estela, no cambiará, y Puig les dejará hacer, igual que hasta ahora, porque es lo más cómodo para su posición presidencial, intervendrá de cuando en cuando, corregirá algunos tiros, tendrá buenas palabras cuando se reúna con los sectores agraviados, pero en casi todas las situaciones dejará a sus socios a su aire.
El mayor interés del post28A no está en las izquierdas, sino en el centroderecha y su incierto futuro. Nada puede darse por definitivo. Parece que Vox ha llegado para quedarse. Para ellos, los datos del 28A son el punto de partida para acabar liderando la derecha, pero los demás queremos ver un techo, porque buena parte de sus votos son prestados, votos de un solo uso, proceden de agregaciones diversas que volverán en algún momento a su origen; ¿le pasará a Vox lo mismo que a Podemos? El gran problema lo tiene el PP, pinzado en sus dos extremos. Es un partido muy cascado por razones diversas y bien conocidas; desgaste tras largos gobiernos, pérdida de poder, casos de corrupción, intereses personalistas, marcas rivales en el mismo espectro, caída de atractivo para las generaciones jóvenes y el gravísimo error táctico del final del marianismo. No parece saber dónde quiere estar. Se acostó la víspera electoral como derecha-derecha y se levantó tras el batacazo como de centro-centro. Pero el centro vuelve a estar sobreocupado. Casado culpa de todo a Rajoy y ahí es donde el tufo a ucedización se acentúa; están rozando las líneas rojas. Peor todavía parece el ajuste de cuentas en la Comunitat; Bonig ha sacado mejores resultados que Casado pero los casadistas de la lista a las generales ya van pidiendo su cabeza. Bonig tendrá sus limitaciones, pero el PPCV ya puede colgar el cartel de 'cierre por defunción' si el relevo pasa por Belén Hoyo y Vicente Betoret, sin más méritos pasados o presentes que haber sido chic@s para todo de Alfonso Rus, y Luis Santamaría (ahora está, ahora no está). Todo bastante preocupante y tres caminos a la vista para el Partido Popular: a) recuperarse en dos/tres años tal como le ha sucedido al PSOE, aunque parece poco probable visto ahora mismo, más adelante veremos; b) una fusión cuanto antes con Vox ahora que todavía tiene una posición dominante, aunque cabe prever que Abascal no accederá a ese enlace mientras esté en crecimiento; y c) consumirse lenta y desgraciadamente hasta acabar siendo una marca absorbida por Ciudadanos; UCD segunda parte. ¿Acabaría por tanto Albert Rivera liderando el centroderecha español, tal como pretende a partir de los resultados del 28A? Una pregunta ahora mismo pertinente, lo que no parece pertinente es la respuesta.
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