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Burocracia que se come emergencias

Lunes, 21 de marzo 2022

Te confesaré que no hay negocio que no pueda hacer hoy que no deje para mañana». Larra escribía sobre la España del XIX y, dos siglos después, la idiosincrasia de esa España aún se reconoce en sus artículos. Nadie ha explicado la burocracia mejor que ... él. Es curioso consultar las definiciones de la Real Academia Española sobre este término. Tanto se ha desvirtuado que, en su diccionario, su primera acepción está en las antípodas de la cuarta. De lo que debería ser, es decir, una «organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios», a lo que es: una «administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas». Esto último narraba Larra en aquellas peripecias de un señor francés que vino a nuestro país para averiguar su árbol genealógico e invertir pero que en seis meses no pudo hacer otra cosa que «volver siempre mañana» y que «a la vuelta de tanto 'mañana', eternamente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido hacer bueno, había sido marcharse». Lo peor es que esa hipertrofia administrativa del decimonónico se replica hoy.

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