CACHORROS DE LA POLÍTICA
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Le ha tocado a Montón cuando se calcula que el gobierno de Pedro Sánchez ha colocado a mil servidores afinesCarmen Montón ha tenido mala suerte. La han pillado. Como esta sección no ha sido nunca cómoda con ella mientras mandaba, no vamos ahora a cebarnos con el árbol caído a cuenta de lo que ya todo el mundo conoce. Trascendamos su caso particular para entender la enfermedad sistémica: políticos profesionales que no saben hacer otra cosa, que no valen para nada más y que por eso mismo lastran la gobernanza del país y la eficacia de los recursos públicos. Si lo pensamos en términos humanos, un drama personal para los afectados cuando se ven fuera del campo de juego, pero también un coste altísimo para las familias españolas a las que la clase política nos da gato por liebre, cuando administra nuestros impuestos y la riqueza nacional.
Seguimos en Galdós, en los cesantes decimonónicos, en las covachuelas administrativas, los partidarios y los enchufados. Carmen Montón ha tenido mala suerte, sí. Veinte años dedicada en cuerpo y alma a la política y cuando toca la gloria de un ministerio, el sueño apenas le dura cien días debido a un máster del todo inmerecido en su currículum. Le ha tocado a Montón cuando se calcula que el gobierno de Pedro Sánchez ha colocado del orden de mil servidores afines para desalojar a sus predecesores peperos, 275 altos cargos publicados en el BOE, casi la mitad de la ejecutiva del PSOE agraciada con una poltrona. ¿Parece normal? No lo es, en ningún sitio.
El diario Expansión se ha hecho eco de un informe de la OCDE que deja a España en los niveles de una república bolivariana. En ningún otro país europeo ni del mundo desarrollado se cambian tantos cargos cada vez que llega un nuevo gobierno. En España se sustituye a los secretarios y subsecretarios de estado, pero también los niveles intermedios de directores y subdirectores generales, y por supuesto a los gestores de las empresas públicas y sus comités de dirección. Por contra, en Alemania, Holanda, Japón o Canadá ni siquiera se reemplazan a los miembros del gabinete del ministro. La OCDE alerta de que eso genera una pérdida de confianza en las instituciones y favorece el ascenso de personas no cualificadas al preferir la cantera de los políticos a gestores con habilidades y competencias para tales puestos directivos. Ahora, que en Turquía les pasa exactamente lo mismo. Allí también puede ocurrir que al señor que le hace las encuestas al PSOE lo pongan al frente del CIS y el que fuera jefe de gabinete de Sánchez, como por lo visto ya no vale para eso, se le nombre presidente de Correos con 200.000 euros de salario. La lista de paniaguados resulta interminable. Hasta caben periodistas y tertulianos que a modo de mascotas bien domesticadas se alzan sobre las patas traseras, sacan la lengua y hacen zalamerías con verdadero brillo en los ojitos para ver si les cae un terrón de azúcar u otra golosina por televisiones, fundaciones y otros meandros. Los presidentes de Mercadona, Zara, Telefónica, el Santander y alguna otra gran compañía de acreditada destreza podrían prestarle un gran servicio al Estado, cediendo durante seis meses a uno de sus mejores colaboradores para que auditen las entrañas de la administración y del sector público. Seguro que descubrirían infinidad de rémoras y modelos para superarlas. Fórmulas para mejorar España. No lo harán, claro. Nadie les va a pedir algo así y de hacerlo jamás se llevarían a la práctica tales recomendaciones. Pero debería quedar claro que las cosas que funcionan mal o regular en este país se deben a que mucha gente tiene interés en que siga así, no porque sea algo irremediable. De la sospechosa tesis de Sánchez y de los másteres de Montón, Casado y Cifuentes se extraen algunas coincidencias generacionales:
(A) Para la gente de mediana edad la política hoy es una profesión, un funcionariado, una carrera laboral que sólo sirve para estar en ella e inhabilitante para todo lo demás. Ninguna de las capacidades adquiridas sirven luego para desarrollarse en la economía real, como no sea en el tramposo tráfico de favores. ¿Podrá Carmen Montón trabajar en una empresa privada que no dependa de los presupuestos públicos, directa o indirectamente? No parece. Como tantos otros, de Pablo Iglesias a Paco Camps.
(B) ¿Qué aprende un cachorro que entra en política con veinte años? Aprende a hacer vida de partido, oposita conforme a las reglas propias de esas siglas, y si tiene suerte se desarrolla en la refriega parlamentaria. Esto por supuesto es una labor imprescindible en democracia. El problema viene cuando los cachorros alcanzan funciones ejecutivas; algunos demuestran acierto, otros salen del paso como pueden y muchos, muchos, cometen verdaderos estropicios, más por ineptitud que por sectarismo. Pero tienen la suerte de que sus resultados no los mide el mercado, un jefe o un consejo de administración, sus resultados quedan bien ocultos bajo la filiación partidista y olvidados, al margen de los errores, gracias a la recurrente recaudación fiscal.
(C) Tienen suerte estos cachorros por lo que precisamente denuncia la OCDE. España ofrece al político profesional muchas opciones laborales si su partido alcanza la gloria del poder. Hay sitio para todos, tampoco importa demasiado si lo haces bien, mal o regular, siempre que estés a bien con el aparato dirigente. Esa debe ser tu prioridad. Si fallas, te sobreviene un enorme drama personal, te quedas fuera de la partida, a la intemperie, y sin opciones alternativas como modo de vida.
(D) Llega un momento en que algunos cachorros hábiles ascienden por el escalafón, crecen, tocan mando, y empiezan a relacionarse con interlocutores ajenos a su mundo y con potentes biografías detrás. Surge el complejo y la necesidad de tener algo por uno mismo, algo propio al margen de la bolsita del partido. Y eso que tardaron incluso en terminar la carrera universitaria; Montón a los 34 años, cuando ya llevaba once años en política y seis de diputada. Y ahí descubren la pátina prestigiante de los másteres, algo para añadir valor, sólo que según vamos viendo en lugar de seguir el camino del esfuerzo tomaron un atajo, con todo tipo de malas prácticas, privilegios y falseamientos. Y los han cazado.
(E) Suelen quejarse de los sueldos, pero en general los cachorros ganan mucho menos si salen de la política. Un dato oficial, el 80% de los nuevos parlamentarios de Les Corts cobraban menos antes de ser diputados. Un dato oficioso, buena parte de los concejales que hoy ingresan tres mil euros mensuales, no llegaban ni a mil hasta entrar en el ayuntamiento y apenas sabían lo que era cotizar a la Seguridad Social.
(F) Todo esto acaba en una saludable recomendación. Nadie menor de cuarenta años debiera vivir de la política. Nadie, antes de haber desarrollado una razonable carrera laboral, con la consiguiente acumulación de experiencia y patrimonio intelectual y profesional. Para evitar un modelo en el que sólo caben funcionarios con la reversión asegurada y los cachorros procedentes de la cantera de los partidos, sin oficio ni beneficio. Porque en definitiva hemos puesto la dirección de nuestros destinos en gente cuyo conocimiento de la realidad nacional y del sistema productivo es parcial o claramente deficiente.
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