El mal del cálculo electoral
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De todos los males que padece nuestra sociedad es posible que el calculo electoral sea uno de los más preocupantes y con peor diagnóstico, porque no distingue de regiones, ideologías o crisis sanitarias. Ataca por igual a un lado y a otro, a partidos y candidatos de cualquier color. Y daña, por encima de todo, la responsabilidad, que es algo de lo que andamos en la actualidad bastante necesitados.
Todo apunta a que el panorama social y político tomará un nuevo rumbo hoy y el motivo no deberemos buscarlo en la evolución de la tercera ola o en la eficacia de las vacunas que ya se están administrando. El resultado de las elecciones catalanas planteará un escenario diferente con el que tendrán que lidiar los distintos representantes institucionales, que ya habrán estado haciendo sus cábalas para cuando llegase este momento. De hecho, la mayoría de sus movimientos, decisiones y declaraciones en las últimas semanas estarían motivadas por este acontecimiento. En eso consiste precisamente el cálculo electoral, en retrasar o anticipar algunas acciones para conseguir un resultado determinado en las urnas, por imprudente que esto parezca.
Lo comprobamos con los comicios vascos y gallegos, que retardaron, por ejemplo, que en estas comunidades se tomasen algunas medidas restrictivas que la virulencia del coronavirus exigían, pero que podrían resultar impopulares y, por tanto, restar votos, algo no deseable en cualquier época, haya una pandemia desatada o no. No fue hasta después de la cita electoral cuando se efectuaron varias prohibiciones que atañían al ocio y a la movilidad de los ciudadanos.
No es descartable que una vez hecho el recuento en Cataluña y la suma parlamentaria permita a un partido gobernar y mande al resto a la oposición se adopten determinaciones en clave autonómica y nacional. ¿Se han relajado las limitaciones en esta región haciendo cálculo electoral? Es posible. ¿Se ha mirado hacia otros costados desde Moncloa para no perjudicar la carrera de Illa en su conquista del Parlament? No tardaremos en descubrirlo. ¿Han caldeado debates de manera exagerada algunas formaciones para rascar papeletas? No sería la primera vez.
El cálculo electoral no cesa, se intensifica cuando se avecina una consulta ciudadana pero no descansa el resto del año, puesto que los partidos son conscientes de que tarde o temprano habrá unas elecciones en las que intentar sacar réditos. Solo así se entiende, por ejemplo, que un político critique en una comunidad una medida que su propio partido lleva adelante en otra zona (es el caso de María José Catalá censurando el cierre de la hostelería en València, cuando el PP la ha decretado en Castilla-León, por ejemplo). Esta falta de coherencia solo puede responder a unas cuentas que nada tienen que ver con las sanitarias.
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