Cállate
ARSÉNICO POR DIVERSIÓN ·
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ARSÉNICO POR DIVERSIÓN ·
Llegará un día en el que lo veremos en películas sobre esta guerraNo sé si fue una buena idea ver la película 'Sin noticias del frente' el día en que se cumplía un año de la invasión ... rusa de Ucrania. Todavía no había tenido ocasión de hacerlo y, ante su brillante carrera hacia los Oscar, pensé que no debía demorarlo más. Ahora estoy convencida de que no hacía ninguna falta. Ni la película lo merece, a pesar de todos los parabienes y nominaciones, ni era el mejor momento para visualizar el horror del frente, sin importar de cuál se trate. No pudo ser más descorazonador. Entre las informaciones y especiales sobre el año de guerra durante la semana y la larguísima película alemana llena de barro y bombas, lo mío fue una inmersión 360º en la realidad bélica. En lo estúpido, abominable y primitivo de la guerra. Por eso nunca me ha gustado el género ni estudiar las guerras o conocer detalles de estrategia y armamento.
Lo mejor del filme, aunque no sea nada nuevo, era asistir al contraste entre la ilusión casi adolescente de los reclutas que se alistaban por afán de grandeza y heroísmo, por un lado, y la obstinación perversa y demente de las autoridades militares que se resistían a aceptar la paz como la mejor forma de hacer la guerra, por otro. El resultado, tratándose de la Primera Guerra Mundial, no era otro que dolor, pérdida de vidas y de fe y deshumanización. La forma de contarlo en la película es lenta y convencional, pero tiene algunos momentos de interés, como cuando el protagonista, un soldado alemán, acuchilla a un enemigo que va a matarlo y éste, moribundo, se resiste a dar su último aliento. Mientras agoniza el francés, el otro muestra la desesperación de ver a un ser humano dando bocanadas por su culpa y le grita reiteradamente «¡cállate, cállate!» porque no soporta ver las consecuencias de sus actos. Tirados en el barro, sin esperanza ni razón para perder la vida, ya no son dos enemigos con misiones sublimes, sino dos seres humanos iguales, sacrificando las mismas cosas y con familias que les van a llorar con el mismo dolor infinito.
Es, sin duda, lo que nos falta por ver de la guerra en Ucrania. Estamos en uno de los bandos en conflicto y vemos al soldado ruso como ese enemigo sin rostro, fiero y odioso. Sin embargo, la mayoría no deja de ser ese joven apenas llegado a la vida al servicio de las ambiciones personales o grupales de quienes, desde un despacho, juegan con su vida como si fuera un peón de ajedrez. Llegará un día en el que lo veremos en películas sobre esta guerra. Ahora no, porque si lo hiciéramos, también gritaríamos «¡cállate!» por no ver y no saber.
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