Las campanas doblan por tu libertad
VICENTE A. MORRO LÓPEZ DELEGADO DEL FORO DE LA FAMILIA EN VALENCIA Y COLABORADOR DE NEOS
Miércoles, 3 de agosto 2022
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VICENTE A. MORRO LÓPEZ DELEGADO DEL FORO DE LA FAMILIA EN VALENCIA Y COLABORADOR DE NEOS
Miércoles, 3 de agosto 2022
Hemingway inicia '¿Por quién doblan las campanas?' con una cita del poeta John Donne, tomada de un poema de 1624 titulado 'Las campanas doblan por ... ti'. La cita finaliza así: «...la muerte de cualquiera me empequeñece porque estoy ligado a la humanidad. Por eso no preguntes nunca por quién doblan las campanas. Doblan por ti.»
La muerte de cualquier hombre me empequeñece porque soy, somos -uno a uno y todos juntos-, Humanidad. ¡Cuánto más si quien muere, el asesinado, el descartado, el eliminado, es un inocente, un indefenso! Con cada crimen, con cada atentado, con cada ejecución, con cada guerra -todas las guerras-, con cada aborto, con cada suicidio, con cada eutanasia aplicada, con cada violencia o tortura, la humanidad es derrotada. Ganan los violentos, los que hacen negocios con la vida humana y derraman sangre inocente, los que juegan con las palabras para camuflar la realidad, gana el lado oscuro de la historia. Pilar Ruiz, madre de Maite y Joxeba Pagazaurtundúa, asesinado por ETA, denunciaba esta manipulación del lenguaje en una impresionante carta publicada en 2005 en el diario ABC, 'Carta a los nuevos ciegos'. Dirigiéndose directamente a Patxi López, recién nombrado por el César -o Napoleón o el Conducator- Sánchez portavoz del grupo socialista en el Congreso, Pilar decía: «dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son». Los nombres que no son: cerrar los ojos, la mentira, la manipulación, el desprecio a la verdad y la realidad. ¡Qué lucidez, qué valentía, que ejemplo de ética y humanidad, a pesar del dolor por el hijo asesinado! Los del lado oscuro siempre se esconden tras la mentira, o tras el silencio.
Ante la muerta, la violencia, la falta de libertad, perdemos todos, porque nada humano puede sernos ajeno, y menos la vida de los últimos, los más inocentes e indefensos. Por eso las campanas siempre doblan por ti, por cada uno de nosotros, por todos. Y en nuestra sociedad, ante los crímenes horrendos que contemplamos cada día, no deberían solo doblar, deberían tocar a rebato, por tanta sangre, tanta crueldad, tanta muerte. Tañer para despertar a los dormidos, para hacer que «los nuevos ciegos», los voluntariamente ciegos, sean obligados a ver. Para que los interesadamente sordos tengan que escuchar la verdad.
Nuestra Constitución, esa que tantos violan e incumplen reiteradamente y que otros tantos querrían ver devaluada, amputada, ignorada, ya en su primer artículo proclama que «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.» La libertad como valor superior, como informadora del ordenamiento jurídico, y por tanto de la convivencia. Como garantía del ejercicio de nuestros derechos. La libertad es, precisamente, la condición de posibilidad del ejercicio de esos derechos. Sí, la libertad: libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, de expresión, de reunión; el ejercicio concreto de esas prácticas, no un derecho teórico. Esas libertades que tan poco gustan a muchos supuestamente demócratas, supuestamente tolerantes. La libertad es cada una de las libertades y la posibilidad de ejercerlas, no una declaración abstracta y grandilocuente. La libertad es la libertad, y no un nombre para camuflar las cosas «que no son». Decía Don Quijote: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos». No. Me atrevo a discrepar, o a matizar al menos. La libertad es una conquista, una práctica. El don es la vida, con los derechos inherentes a la dignidad del ser humano, pero la libertad es la herramienta que cada día, en cada decisión, hay que aplicar. La libertad solo tiene sentido si está referida a la verdad. Yo no soy libre para decir que dos más dos son cinco, ni que la fórmula del agua es H 2 SO 4 , ni que todos los asesinatos de ETA están ya esclarecidos y sus autores -materiales, intelectuales y colaboradores- están pagando sus crímenes, ni que yo soy un apuesto atleta de 23 años y acreedor al Nobel de Literatura, porque tengo el mismo derecho que los otros posibles candidatos. La libertad es, ciertamente, un ejercicio de responsabilidad, de realidad, no una ensoñación, una excusa, una coartada. Por eso la verdad nos hace libres: porque solo desde ella, desde la realidad, tiene sentido el ejercicio de la libertad, la posibilidad, el deber, de elegir entre opciones reales, auténticas.
Mi libertad, desde la verdad, me construye, me hace yo. Yo soy yo en mi libertad y por ella, en mis elecciones concretas. Por eso todo lo que ataca mi libertad me limita a mí; la mentira y la manipulación también me limitan. Por eso las campanas doblan por tu libertad lector, y por la mía: porque si no somos libres no somos humanos; seremos otra cosa. Por eso tantos se preocupan de cercenar las libertades: los neoinquisidores, censores y policías del pensamiento políticamente correcto; los que aprueban, jalean y apoyan leyes inicuas y liberticidas; los que llaman a las cosas por lo nombres que son; los que quieren imponer el pensamiento único eliminando la reflexión crítica e independiente; los sectarios que desde el poder y las administraciones imponen su ideología y censuran a quienes no piensan como ellos.
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