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Mientras que la mayoría de los mundanos andamos contando los años que nos quedan para llegar a la jubilación y empezar a disfrutar de no hacer nada, María Teresa Campos, cada vez que se encuentra con un micrófono, aprovecha la oportunidad para reclamar un puesto ... de trabajo. Tiene 80 años y no hay entrevista a la que acuda en la que no lamente no seguir en activo, no tener un hueco en la parrilla de ninguna cadena. «No es justo que la única para la que no haya sitio sea yo», le dijo esta semana a Anne Igartiburu en su programa de Telemadrid, dando por sentado que no existen periodistas en las colas del paro.

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Tras estas declaraciones, tras este bucle constante en el que ha entrado la veterana presentadora mendigando un puesto en cualquier parte, se esconde un drama, el de una de las profesionales más prestigiosas que ha tenido la comunicación en este país y que no ha sabido retirarse a tiempo, que no está disfrutando de todo lo que ha hecho a lo largo de su carrera.

Es cierto que la Campos no se fue cuando ella quiso, no supo decir hasta aquí, no entendió que los éxitos nunca son eternos. Y que en sus últimos días tuvo que exponerse a situaciones que seguramente le dejaron un mal sabor de boca.

Pero lo suyo no es una excepción. Formidables profesionales de los años 80 y 90 cayeron en el olvido según fueron apareciendo las arrugas. A pesar de que cada vez vivimos más años nuestra sociedad sigue apartando a la gente más mayor, no cuenta con ellos. Y la tele no es ajena a esta realidad. Es triste. Como también es triste que alguien como María Teresa Campos no encuentre nada en la vida que le haga más feliz que trabajar.

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