Expone más antecedentes que consecuentes, quién sabe si porque se los reserva para «la convención ideológica» que se celebrará, D.M., en el mismo escenario ... valenciano donde Pablo Casado celebró la suya. Ocasionalmente habla de sí mismo en tercera persona. Se pronuncia con mayor soltura sobre la renovación y reforma del CGPJ que sobre política lingüística. Puede que porque propugna un «bilingüismo cordial» y no ignora que sus correligionarios locales recaen cuatrienalmente en un bucle melancólico lizondista del que no hay quien les saque hasta el recuento de votos. No oculta que la financiación autonómica ha de tener en cuenta el número de habitantes, pero también la edad, la dispersión; en definitiva: el coste de los servicios. Y todo induce a pensar que ha terminado haciendo plenamente suyos los carteles electorales que su accidentado predecesor le dejó impresos, aunque sus cuatro visitas a la Comunidad Valenciana desde que accedió al solio de Aznar se presten a distintas interpretaciones. Rajoy dispuso que el XVI Congreso del PP tuviera lugar en Paterna para chinchar a Esperanza Aguirre y agradecerle a Camps su fidelidad. Feijóo traerá la convención y volverá a Valencia cuantas veces haga falta porque hoy por hoy es tierra irredenta.
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