Carolina Ferre es una mujer muy hermosa. Es de esas que lucen bellas incluso con la cara lavada y que cuando muestran su amplia y blanca sonrisa iluminan su rostro. Su aspecto general es de los que escapan al tópico del ibérico de tez morena ... y pelo negro; una de esos «rochos» valencianos de los que alguna vez la historiografía peliculera dató sus orígenes, entre las brumas de un pasado muy lejano, en las incursiones mediterráneas de algunos pueblos escandinavos. Quizá, no haya que remontarse más allá del establecimiento del pueblo germánico godo en España una vez caído el imperio romano occidental. Imagino que hoy no resulta políticamente correcto alabar las gracias físicas de una dama, pero no estoy para esos miramientos de gazmoños, rijosos emboscados y «aliades». Yo la recuerdo como aquella muchacha simpaticota que presentaba junto a Eduard Forés el Tela Marinera de la añorada, por contraste con À Punt, Canal Nou. Bien es cierto que luego le perdí la pista y no he sido testigo de sus evoluciones, ni de sus imitaciones musicales, en el show business nacional. Para mí reapareció cuando aquella apertura abrupta del nuevo canal de televisión autonómico; fue su imagen la primera en aparecer en pantalla. Tampoco puedo opinar de su trabajo en este ente audiovisual público, pues he de admitir que nunca lo sintonizo y si sigo su actualidad es de manera indirecta y a golpe de noticia sobre sus pulsiones «paisvalencianistas». Hagan como yo. Pero si algo conozco de la contestana es su férreo y notorio compromiso político con el ala nacional-catalanista del gobierno valenciano. De éste nacen sus almibaradas alabanzas a la humildad furgonetera de Joan Baldoví, o sus infantiles, facilonas y manidas volteadas borbónicas en Twitter. Lo último es que se ha entregado a una invectiva dirigida a la numerosa comunidad noruega de Alfás del Pi por su «apropiación territorial que se arrodilla al forastero y nos hace sentir fuera de lugar a los autóctonos». Ahí lo llevas. Total, porque a los vikingos no les da la gana de acudir en tropel a la Junta Qualificadora de Coneixements en ¿Valencià? a sacarse, al menos, el cartoncito del nivel elemental que te certifica como valencià fetén. Y a mí, que soy muy de la metáfora histórica, se me viene a la cabeza la imagen de una Carolina ataviada con el traje típico bávaro del III Reich -no desentonaría- y babeando por las aguas pesadas de interés balístico del Reichskommissariat Norwegen, la Noruega ocupada por los nazis.
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Bueno, los alemanes nunca consiguieron desarrollar su bomba atómica y los noruegos seguirán tomando el sol a su bola en la playa de El Albir. Seguro.
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