Carta abierta

Hola chicos, soy el coronavirus. Covid, para los amigos. Os escribo para expresaros mi eterna gratitud por todo lo que estáis haciendo por mí. De verdad, no sé si podré pagároslo algún día. La Semana Santa pasada estuve a punto de claudicar, me parecisteis unos muermos, todo el día metidos en casa... Pero este año lo estáis petando. Gracias a vosotros no paro de ir a la playa, asisto a fiestas loquísimas, me voy de copas, he conocido la falsificación, la clandestinidad y hasta he ligado en varios idiomas. Estoy volviendo a tener una segunda juventud. De verdad, me estáis devolviendo la vida. Yo creía que con esto de las vacunas acabaríais conmigo en cuatro días pero, qué va, ya veo que no tenéis ninguna intención de correr y que en estas fechas tan señaladas estáis incluso dispuestos a echar el freno. Me cuesta creer que con el miedo que decís tenerme estéis vacunando a ritmo de bolero, y como quien dice en horas de oficina, pero así sois vosotros de cumplidores: antes el convenio que la vida.

Yo creo que en el fondo os gusta jugárosla, os pierde el amor al riesgo. Ah, y a las tradiciones. En eso sois inflexibles. Me estáis enseñando que en Semana Santa es de obligado cumplimiento salir, airearse, desfasar, socializar, ya roces la ilegalidad o te arriesgues a una multa. Así caigan bombas o lluevan virus, vosotros por estas fechas, antes muertos que amuermados. Y antes arruinados que faltar al sacrosanto mandamiento de cerrar la tienda de Jueves Santo a Lunes de Pascua. De verdad que sois mis héroes. Seguid así, tercos como mulas, fieles a vuestras insensatas rutinas, y me tendréis a vuestro lado mucho tiempo, encantado de conoceros, asombrado de observaros, feliz de poder infectaros. Por favor, no cambiéis nunca. Vuestro, el coronavirus.