La casa de Adán y Eva en el paraíso
«El tránsito de la magia a la ciencia preludia el algoritmo evolutivo del humanismo, que tanto disgusta a extremistas y radicales»
JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO, ARQUITECTO
Sábado, 2 de abril 2022, 00:05
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JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO, ARQUITECTO
Sábado, 2 de abril 2022, 00:05
En 1972 el historiador y crítico polaco Joseph Rykwert, cuestionándose la forma y el origen de la morada del hombre primitivo, escribe 'On Adam's ... House in Paradise. The idea of the primitive hut in architectural history' tratando de explicar desde una perspectiva antropológica e interdisciplinar la evolución de la primigenia choza-cabaña-refugio hasta el majestuoso templo de piedra.
El ensayo disecciona tanto los mitos, alegorías y leyendas de las principales civilizaciones de la antigüedad como las teorías sugeridas por eruditos y tratadistas -Vitrubio, Alberti, Piranesi, Quatremère de Quincy, Serlio, Hegel, Ruskin...- sobre una de las cuestiones más atractivas para los investigadores: la génesis, simbolismo y arquetipos del hábitat, especialmente en la tradición judeocristiana.
Durante milenios el diseño intuitivo y hermenéutico de la casa, de lo doméstico, de lo privado... recae en los arquitectos, legitimados por su racionalidad y técnica. La historia acumula piezas icónicas -Fallingwater, Ville Savoye, Mairea-, auténticas obras de arte que anticipan nuevas formas de asentarse.
El filósofo alemán Martin Heidegger, en su conferencia de Darmstadt (1951), introduce el concepto de «habitar», invistiendo la vivienda desde la «domus» clásica de una dimensión transcendente, la del «ser». En suma, en el hogar construido para la vida en la que el hombre y la familia se dignifican.
La caja de herramientas de los arquitectos es un instrumento de observación y búsqueda y así se enseña a usarla en las Escuelas, donde maestros valencianos como Rafael Tamarit introducen la literatura y el cine en el aula, ilusionando a los estudiantes con temas como la realización de mansiones para complejos personajes de ficción. Proyectar las residencias soñadas en las novelas de Pier Paolo Pasolini ('Teorema') y Vittorio de Sica ('El jardín de los Finzi-Contini'), exigía dejar volar la imaginación para recrear y comprender historias muy alejadas de lo cotidiano.
Décadas después, la tramitación parlamentaria del Anteproyecto de Ley estatal por el derecho a la vivienda, las controvertidas mociones sobre la materia presentadas por Unidas Podemos, Esquerra Republicana y Bildu, en paralelo a propuestas legislativas similares en Cataluña, Euskadi, y la Comunidad Valenciana, evidencian un ansia regulador de dudosa constitucionalidad.
Poco imaginaban esas generaciones de la Transición que su producción edilicia abundaría en caducos, discriminatorios y sexistas modelos de heteropatriarcado y monogamia, ajenos a la mutación de la brújula moral y de los heterogéneos patrones de convivencia sentimental y familiar actuales.
Hoy abundan en el solar patrio, las iniciativas legislativas en materia de vivienda que tratan de corregir la machista jerarquización de espacios -dormitorio principal, feminización de la cocina,...- en las tipologías tradicionales, valiéndose del protagonismo hegemónico de la política en la toma de decisiones.
Cada vez resulta más patente en la crónica oficial, la desmedida alergia a la libertad de los grupos populistas y radicales, que arrastrados por mareas de egoísmo, odio, y resentimiento no dudan en adoctrinar a la población sobre cómo deben comportarse -pin parental...- incluso en las cuestiones más íntimas de su existencia.
Aunque esa épica defensa de alternativas habitacionales para la poliginia, poliandria, triadas, 'co-living'... en un entorno afectivo 'poliamoroso', nada tiene que ver ni con el urbanismo de género, ni con la enorme complejidad y contraposición de intereses en las sociedad modernas.
En realidad esconde objetivos confiscatorios con los que se pretende ocultar el estrepitoso fracaso de la política de vivienda social en España. Es obvio que el acceso a la misma por jóvenes, familias monoparentales y numerosas constituye un serio problema, agudizado por la precariedad laboral y los elevados precios de alquiler.
Avergüenza la incapacidad de la clase dirigente, no solo para generar riqueza sino también para resolver una cuestión básica de vulnerabilidad, que afecta a derechos fundamentales. Nadie en su sano juicio piensa que la solución está en penalizar la inversión empresarial, incrementar los desincentivos fiscales, regular los precios del sector inmobiliario, restringir los desahucios y favorecer el movimiento okupa.
La creación en el texto legal de las eufemísticas figuras de grandes tenedores (diez unidades o más de 1.500 m² de techo) y de aleatorias Zonas de Mercado Residencial Tensionado es una medida claramente disuasoria para la captación de capitales exógenos, altamente sensibles a la inseguridad jurídica.
Normas tan intervencionistas como innecesarias, redactadas de espaldas a los agentes implicados -pequeños propietarios, profesionales, usuarios, jueces...-, no solo perjudican seriamente la economía y la actividad sino que dañan la imagen de España en el marco de la Unión Europea.
Y comunidades como la Valenciana, dependientes del turismo de sol y playa, se equivocan con semejantes mensajes. ¿Tanto cuesta admitir los errores del pasado y reconocer que no se debe gobernar contra la ciudadanía y que sin amplios consensos se está abocado al fracaso?
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