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Uno de mis tantos profesores de euskera, «el Antxón», con quien estudié a lo largo de bastantes años, era un tipo de lo más peculiar por el sistema operativo de su día a día. Habitaba en un caserío perdido en mitad del monte sin ver la televisión por determinación propia. No era una vacilada para quedar bien, de hecho, le poníamos a prueba para comprobar que no mentía. Recuerdo cuando a la cantante Sabrina se le salió un pecho interpretando en play-back el inolvidable «boys, boys, boys», en la gala de fin de año de 1987. Hoy no merecería ni comentario, pero en aquella Navidad subió mucho la temperatura en la mayoría de hogares españoles. Menos en el caserío «del Antxón». Allí no entraba ni entretenimiento, ni información, ni leches, a través de la televisión. Su argumento cultural de vida se basaba en los contenidos que exclusivamente extraía de los libros, según nos decía: «lo necesario para no saber más y ser feliz».
La cosa no ha cambiado mucho de unos años para acá. Estamos expuestos a tal sobredosis de información de todo tipo, que uno ya no sabe si estamos perdiendo el juicio ante los acontecimientos que nos ha tocado vivir. Sabemos que estamos inmersos en la segunda ola por coronavirus y todo indica que estamos repitiendo los mismos errores. Faltan sanitarios y condiciones laborales decentes, el tejido empresarial se debilita y aumenta la lista de parados, cuando ya es oficial la cifra de más de un millón de hogares en los que a ninguno de sus miembros les entra un sueldo para afrontar dignamente la vida. La situación se agrava por culpa de muchos irresponsables que por sus actos contribuyen a propagar el virus, a costa de que todos paguemos las consecuencias. Subidas de impuestos, nuevas medidas restrictivas como el cierre interior de los establecimientos hosteleros y vuelta de nuevo a crear un caldo de cultivo ideal para la pobreza. Menuda foto tenemos.
Mi amiga Sibila, que tiene su sistema operativo abollado por las coces de la vida pero que saca luces donde todos ven sombras, está convencida de que más pronto que tarde nos volverán a meter en casa. Si usted, teletrabajando o en su puesto de trabajo no cumple con su cometido es más que probable que lo despidan. Estos que nos gobiernan, además de haberse intentado subir el sueldo una vez más, ni con los miles y miles de muertos ni con los centenares de miles de parados asumen su responsabilidad.
¿Nos quedamos aislados como Antxón en mitad del monte esperando acontecimientos o empezamos ya de una vez como sociedad a hacer algo?
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