No hace mucho tiempo, en la época del bipartidismo, los socialistas valencianos agendaban en Fallas la visita de rigor a la comisión de Na Jordana, ... la del barrio, como única licencia en unas fiestas que consideraban casposas y derechonas. Durante años, el progresismo y la intelectualidad del PSPV defendió que el analfabetismo cultural se instalaba en los casales de las comisiones falleras. La turné iba de la sede de Blanquerías a la calle de Na Jordana y, a la vuelta, había parada y fonda en el bar Los Arcos para aliviar el trago de mezclarse con la chusma fallera. Por cierto, alguna que otra factura del local aparece por el sumario de Azud, el caso de corrupción que provoca desvelos en el PSPV. Los socialistas, poco a poco, se despojaron de sus complejos y tuvieron que subirse al carro fallero, especialmente desde que Compromís vio en ese mundo un nicho por explorar con miles de posibles votantes.
Publicidad
Mónica Oltra, exvicepresidenta y exlideresa de la coalición, tuvo mucho que ver con ello vestida de valenciana desfilando a los pies de la Mare de Déu. Adelantaron al PSPV por la izquierda y por eso, desde el Ayuntamiento, supieron desde el principio que el mundo de las Fallas era un territorio por conquistar. Con tino, colocaron primero a Pere Fuset y después a Carlos Galiana, para hacer ver que las Fallas, los falleros, las falleras y 'les falleres' también pueden hacer migas con la nueva política. No sé por qué en esta ciudad existe una corriente de opinión que siempre se posiciona en contra de las Fallas desde todas sus aristas. Me da la sensación que somos de los pocos territorios que, por defecto, pisotea -los menos, eso sí-, aquello que forma parte, queramos o no, de nuestra cultura como pueblo. El cargo de fallera mayor, poco a poco, se desprende del sambenito de mujer florero, o por lo menos se ha suavizado después de que el salto de la fiesta a la política ya no se una marca made in Partido Popular.
Los socialistas, los que visitaban Na Jordana una mañana casi de tapadillo, han sumado a la lista municipal a la fallera mayor de esta histórica comisión, y la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, es militante convencida de una falla de la barriada de Patraix. El problema ahora, una vez superada la lluvia de caspa, es que los falleros y las Fallas hacen ruido, que se cortan callen, que hay petardos, bandas de música y mascletaes. Vamos, lo que viene a ser la fiesta. La virtud está en el equilibrio, de unos y de otros. De los que participan en la fiesta y de aquellos que ruegan que llegue la cremà. La gestión municipal tiene el reto de lograr ese punto de equilibrio, el de respetar y ser respetado, entre los que están a favor y los que están en contra, que se alistan con orgullo en un imaginario frente antifallero. Al final, aparcar los complejos es importante para disfrutar de la fiesta, facilitar que todo suceda y, en definitiva, dejar que la economía y la vida sigan girando.
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.