Cayetana versus Feijóo

En algunos medios, especialmente en los que se alinean dentro de lo que genéricamente se denomina progresismo, se han publicado últimamente análisis críticos con la portavoz parlamentaria del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, y se ha insistido en que su estilo provoca malestar en ciertos sectores de su propio partido. El enfrentamiento que mantuvo con el líder de Podemos -marquesa, le llamó él, hijo de terrorista, le replicó ella- habría sido el penúltimo episodio del desencuentro que según estos analistas existe entre determinados referentes de la formación que preside Casado y la diputada. Para certificar que el problema existe, Alberto Núñez Feijóo no se escondió al señalar que Álvarez de Toledo se había equivocado al entrar al trapo de las provocaciones de Pablo Iglesias, al meterse en el barro con el, al asumir su modelo de crispación. Algunos llegan a hablar de las dos almas del PP, una más moderada, templada y predispuesta a buscar los espacios centrados -encarnada por el presidente gallego- y otra más directa, claramente derechizada y españolista sin matices -que sería la representada por la portavoz-. Estos análisis acaban siempre poniéndose del lado de la primera opción porque dicen que es la inteligente, la que le permita al PP gobernar, y para demostrarlo ahí está el propio Feijóo y las encuestas que anticipan su triunfo arrollador en las próximas autonómicas. Aparte de lo enternecedor que siempre resulta el que desde la izquierda se muestre tanto interés en arreglar la casa popular, esta manera de ver la realidad del partido parece olvidar que si al PP le ha surgido un competidor por su derecha (Vox) es precisamente por esa manera acomplejada de ejercer la labor de gobierno que tanto parece gustar a estos analistas. Y una cosa es irse al extremo y copiar los métodos de Podemos para incendiar las redes y tomar las calles contra el poder establecido, y otra muy distinta es permanecer quietos y callados en los escaños cuando todo un vicepresidente se dedica desde la tribuna a ejercer de pirómano arrojando gasolina a su paso. Es cierto que Feijóo es un autonomista -por convicción o por interés, imposible saberlo- que en su región quiere parecer más galleguista que los galleguistas -un defecto que ya exhibió Camps en Valencia y otros dirigentes populares en otras comunidades- mientras Álvarez de Toledo es españolista recentralizadora, pero sus diferencias no son tanto ideológicas como tácticas, uno está en campaña y debe parecer moderado, la otra ejerce la oposición y se tiene que mostrar agresiva, no radical pero sí firme. Salvo que el PP quiera volver a ser un partido blandiblú.